martes, 2 de septiembre de 2014

111.- LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN


En la década de los sesenta la Iglesia Católica celebró el Concilio Vaticano II con la finalidad de poner de manifiesto el verdadero rostro de la Iglesia de Cristo. A su finalización, un aire renovador invadió todos los estamentos eclesiales y el optimismo prendió en gran parte de los obispos, teólogos y pueblo de Dios.
Pero, no pasó mucho tiempo en aparecer la decepción en muchos viendo la ralentización e incluso la marcha atrás en muchas de las ideas proclamadas por el Concilio.
América Latina vivía, en aquellos tiempos, un resurgir económico potenciado y favorecido por los EEUU mediante la invasión de sus empresas multinacionales y su modelo económico, que fue la causa principal de la concentración del capital en manos de unos pocos, dejando a la mayoría de excluidos en el desempleo y provocando una emigración masiva.
El modelo económico del capitalismo más despiadado explotó los recursos naturales de los diversos países y creó enormes latifundios, todo ello favorecido por las dictaduras militares en el poder o regímenes autoritarios que, bajo el pretexto de seguridad nacional y defensa de la amenaza comunista, sostenían una fuerte militarización, cometían los crímenes más horrorosos y daban cobijo en las esferas gubernamentales a personas corruptas que sólo buscaban su propio enriquecimiento, y lo peor es que lo lograban impunemente.

Nacimiento de laTeología de la Liberación (TL)

El Concilio Vaticano II propició primero un gran impulso y después una gran decepción. En América Latina, un grupo de jóvenes teólogos, que llevaban tiempo trabajando con los pobres, oprimidos y marginados de sus países, observaron que la forma de actuar de la Iglesia era de espaldas a la realidad y pusieron en marcha otra forma de vivir el mensaje del Evangelio.

Se solidarizaron con el pueblo, con sus necesidades y luchas, en medio de la gran pobreza en que todos estaban inmersos. Verdaderas puntas de lanza de la teología, estos intrépidos teólogos crearon un nuevo concepto de Iglesia de los Pobres, con un mensaje vivo y adaptado a la realidad hiriente.

Teólogos más importantes de la TL 
Muy brevemente, destaco los nombres más relevantes:
Gustavo Gutiérrez, sacerdote peruano, considerado como el padre de la TL. Fue llamado al orden por la Curia Romana. Sus escritos han sido traducidos a más de quince idiomas y sintetizan las ideas de la TL.
Leonardo Boff, nacido en Brasil, se hizo fraile franciscano y se doctoró en Teología en la Universidad de Munich, bajo la dirección del gran teólogo alemán K. Rahner. En 1985, la Curia romana le impuso el “silencio obsequioso”, es decir, la prohibición de enseñar teología y de publicar nada; además, debía salir del país y encerrarse en un convento de Filipinas o Corea.
Acató la censura hasta 1992. “No dejaré la Iglesia, sino una función dentro de ella”, dijo, y abandonó el estado clerical y, ya laico, sigue como teólogo y escritor, ostenta la cátedra de Ética y Filosofía de la Religión en la Universidad de Río de Janeiro y da múltiples conferencias por las universidades y colegios de todo el mundo.
Ignacio Ellacuría, jesuita nacido en España en 1930, afincado en El Salvador donde era rector de la Universidad Centroamericana (UCA). Participó activamente, como mediador, en el conflicto guerrillero del país. Expuso sin temor sus ideas y recibió por ello múltiples amenazas. Sus escritos, sus críticas y su pertenencia a la TL le condujeron a ser asesinado, junto a otros compañeros, en el recinto de la Universidad, el 19 de noviembre de 1989.
Jon Sobrino, vasco y salvadoreño de adopción, compañero de Ellacuría, es uno de los teólogos más brillantes de América Latina. Pertenece a la segunda generación de teólogos de la TL.

Tres grandes Obispos apoyaron el movimiento de la TL:
Oscar Arnulfo Romero, Dom Helder Cámara y Pedro Casaldáliga. Como cordial homenaje de simpatía y solidaridad, quiero recordar sus figuras con sendos artículos. 


La Teología antes y después del Concilio Vaticano II
La Teología, antes del concilio Vaticano II, era una ciencia inofensiva, que trataba de cosas que poco o nada interesaban a la generalidad de las personas, pero tras el conhcilio con la aparición de la TL desaparece la imagen apacible, regresiva y timorata y se  convierte en un huracán que sopla con fuerza y velocidad inusitadas, que remueve las conciencias y urge a optar por los pobres en la cotidianidad de la vida. La Teología vuelve a interesar porque ahora habla de lo que importa a la gente y busca la solución de sus problemas. La Teología de la Liberación es una reflexión sobre la praxis histórica en América Latina, confrontándola con la Palabra de Dios.
Sobrepasa los límites de esta reflexión detallar todos los entresijos de la TL.

Sólo quiero destacar dos puntos.
Primero: La TL analiza científicamente la situación real de las personas en América Latina y descubre que hay estructuras económicas de dominio, las cuales son responsables, en su mayor parte, del subdesarrollo y la pobreza de gran parte de la población porque unos pocos se reparten entre ellos toda la tarta.
El primer mundo, el de los ricos y poderosos es el responsable de la pobreza en que viven los pobres del tercer mundo, porque ha creado unas estructuras económicas que imposibilitan la participación de todos en la riqueza producida. Esas estructuras están pensadas y llevadas a la práctica por los poderosos para su propio y exclusivo beneficio.
Es verdad que, en última instancia, la responsabilidad de los actos humanos es de las personas. Las faltas y delitos, si los hubiere, los cometen las personas, pero cuando se unen libremente las voluntades discriminadoras de los poderosos se conforma una estructura injusta que, en sí misma, es una estructura de pecado.
No se pueden pedir responsabilidades a las estructuras injustas, sino a los que las establecen y mantienen. En América Latina se mantenía una estructura colonial y, con la invasión de las multinacionales, se legitimó la política desarrollista, lo que trajo gravísimas consecuencias para las mayorías populares. Su situación de pobreza no es producto de la casualidad, ni de la voluntad divina, sino una consecuencia de la configuración social. La TL critica por ello a las instituciones que permiten la injusticia y la pobreza y busca un orden distinto en lo objetivo y en la subjetivo para lograr una vida verdaderamente humana.
Segundo: ¿Tiene la Iglesia, en su jerarquía y organización, alguna responsabilidad en el establecimiento y mantenimiento de esas estructuras injustas? La religión católica se planteó, de hecho, como un instrumento de dominación en la conquista española. Al indio se le sometía con la cruz y con la espada, quedando siempre bajo el mando del amo o del sacerdote. La tarea evangelizadora fue un instrumento de sometimiento y de adoctrinamiento de los indios.
Los pobres de América Latina se preguntan sobre la vida mejor que anuncia el Evangelio y cuestionan que la Iglesia participe en el orden que les oprime.
El 26 de marzo de 1967, Pablo VI promulgó la encíclica Populorum Progressio que plantea “la necesidad de promover el desarrollo de los pueblos”. La misma encíclica reconoce que la situación de marginalidad y desigualdad es injusta. Propone como meta del progreso que todos logren el bienestar del primer mundo. Subraya la necesidad de la solidaridad entre los hombres y los pueblos y pide la constitución de un fondo mundial de solidaridad.


La TL es más contundente que la encíclica papal. 
El progreso no está en asumir la doctrina del capitalismo, el cual no es el reino de Dios prometido, sino la extensión de la pobreza para la mayoría y la acumulación de la riqueza en unas pocas manos. No basta con denunciar las injusticias de las estructuras del capitalismo, hay que hacer todo lo posible para cambiarlas. 
La labor de la Iglesia es imprescindible para fomentar la toma de conciencia de los ciudadanos. La Iglesia hace permanentes llamadas a la justicia, la solidaridad y la caridad. Esto está bien; pero, (a Dios rogando y con el mazo dando) la palabras sólo serán creíbles cuando vayan seguidas de las obras, cuando la Iglesia  y sus estructuras se bajen del carro de los ricos y poderosos y se calcen las humildes alpargatas de los pobres.

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