miércoles, 3 de septiembre de 2014

113.- DOM HELDER CÁMARA

 Nació el 7 de febrero de 1909 en Fortaleza, Brasil. Joâo Cámara y Adelaida Pessoa tuvieron trece hijos, Hélder fue el décimo.
En 1923 ingresó en el Seminario Diocesano de Fortaleza, donde cursó los estudios de Preparatoria, Filosofía y Teología.
Fue ordenado sacerdote el 15 de agosto de 1931, a las 22 años, por lo que fue necesaria la autorización especial de la Santa Sede, ya que se requería la edad mínima de 24 años.
Apostolado
Desde el principio organizó el Movimiento de la Juventud Obrera Cristiana; en 1931, fundó la Legión del Trabajo de Ceará y, en 1933, el Sindicato Obrero Femenino Católico.
La actividad del joven sacerdote atrajo la atención de Plinio Salgado, fundador de Acción de Integración Brasileña, le invitó a afiliarse y le puso como Secretario de Estudios en Ceará.
En 1936, abandona el integralismo y se traslada a Río de Janeiro, dedicándose a estudiar y a la enseñanza religiosa.
Dirige la Acción Católica de 1947 a 1952. En 1950, se entrevistó en Roma con Monseñor Montini (futuro papa Pablo VI y sostienen conversaciones que le llevan a crear, en 1952, la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil.

Obispo
El 20 de abril de 1952 fue elegido obispo auxiliar de Río de Janeiro.
En 1955 organiza el XXXVI Congreso Eucarístico Internacional.
De 1952 a 1964 es el Secretario de Conferencia Nacional de Obispos de Brasil. Promovió la comunión entre los obispos de Brasil para mejorar la actuación de la Iglesia en la sociedad, en especial, entre los más pobres.
En 1964 es nombrado obispo de Olinda-Recife. Habían pasado muy pocos días del golpe militar del primero de abril, con el qie llegó al poder una dictadura militar que gobernó (¿?) el país durante 20 años.
En 1967, Helder lideró un grupo de 18 obispos de Latinoamérica, Asia y África que redactaron un documento vinculando la pobreza del Tercer Mundo con la explotación de la multinacionales bajo el amparo de los gobiernos de sus países y adquirieron el compromiso de mejorar la situación.

Su opción por los pobres
En 1956, fundó la Cruzada San Sebastián para urbanizar, humanizar y cristianizar a los habitantes de las favelas apiñadas en los cerros de Rio de Janeiro.
Al principio, su acción fue de tipo caritativo, asistencial, de otorgar recursos y favorecer las condiciones de vida, pero, pronto se dio cuento de que no era suficiente dar el pez, sino que era necesario enseñar a pescar”.
Comprendió que había que promover el desarrollo de todo hombre y de todos los hombres, tesis que, más tarde, adoptó Pablo VI en el encíclica Populorum Progressio.
En 1959, fundó el Banco de la Providencia, “un banco para los pobres que no tienen acceso a los bancos en el sistema financiero”.
Su proyecto social, decía:
Que debía ser autosostenible; por lo que creó la Feria de la Providencia como principal fuente de recaudación de fondos.
Que debía apoyarse en una sociedad civil organizada y comprometida. De esta sociedad comprometida surgió el voluntariado como eje del proyecto.
De esta forma pasó del obsoleto concepto de la ética paternalista cristiana y la caridad individual al ejercicio de la solidaridad que busca la autonomía del ser humano, libre de toda exclusión.
Firmemos la opción de ir más allá de la mera asistencia social para exigir justicia social como camino hacia la paz”, dijo en cierta ocasión.

De la caridad a la justicia
Dom Helder alimentaba a los pobres, pero dio un paso adelante preguntándose ¿por qué son pobres? Porque hay injusticias.
Empezó a ser la encarnación de la lucha por la justicia, la expresión viva de la “opción por los pobres”, a los que prestó su vehemente voz para denunciar las desigualdades y tratar de conseguir unas condiciones de vida más justas. Fue llamado “obispo de la justicia”.

El obispo rojo
Helder Cámara fue uno de los grandes defensores de la Teología de laLiberación, corriente teológica nacida en Latinoamérica tras el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín de 1968. Intentó responder a la pregunta: ¿Cómo ser cristiano en un continente oprimido por las dictaduras, por las multinacionales, por los grandes terratenientes y hasta por las fuerzas del orden?

Relación de Helder Cámara con la dictadura militar
Helder Cámara fue el símbolo de la resistencia al golpe militar de 1964. La dictadura militar le persiguió, le calumnió acusándole de traidor y de hacer el juego al comunismo. Se le impidió el acceso a los medios de comunicación, a los que se ordenó que silenciaran su nombre.
Por su actuación como defensor de los derechos humanos durante la dictadura militar brasileña fue candidato, cuatro veces, al Premio Nobel de la Paz. No lo recibió, pero sí otros muchos nacionales e internacionales, como el título de “Doctor Honoris Causa” por 30 universidades.
Sobre su relación con la policía militar, corre entre el pueblo salvadoreño la siguiente anécdota: La policía militar llamó a su puerta y le ofreció un equipo de seguridad "porque si usted muriera en un accidente o fuera asesinado, la culpa recaería en el régimen militar.” Helder Cámara rechazó la oferta y añadió:
Ya tengo tres personas que cuidan de mí”.
No constan en nuestros archivos, respondieron. Denos sus nombres”.
Y el arzobispo respondió sonriente: “Son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.

Su actuación en el Concilio Vaticano II:
El Concilio Vaticano II le brindó la ocasión de difundir sus ideas y de instar a la Iglesia católica a renunciar al lujo en favor de los pobres. Su sueño fue una Iglesia pobre y para los pobres”.
El obispo Helder dirigía y animaba las reuniones en la “Domus Mariae” (la actual residencia del papa Francisco); en estas reuniones se fraguó y estructuró gran parte del espíritu del Concilio, se desecharon los esquemas preparados por las curia romana y un buen número de obispos expresaron su preocupación por el problema del Tercer Mundo.
Esta preocupación la llevó a la sala conciliar el cardenal Lercaro, indicando “que los pobres deberían estar en el centro de toda preocupación y de todo mensaje del Concilio”. Así se gestó la famosa “opción preferencial por los pobres”.
Abandonó el palacio episcopal y se fue a una casa, en medio de Recife, donde acogía a todo el mundo. Marcelo Barros, abad benedictino y colaborador del arzobispo, escribió: “Nos reuníamos en su casa una vez a la semana. Muchas personas llamaban a su perta. Él mismo se levantaba y las recibía. A veces se demoraba y comentaba al volver: “Es importante recibirlas personalmente, porque no quiero perderme el privilegio de acoger al Señor mismo”.

Dos de sus grandes virtudes:
Fue un hombre de fe que vio a Dios en los pobres.
Algunos biógrafos le han llamado “el pajarillo de Dios”, comparándolo con otro pajarillo, la Madre Teresa de Calcuta. Ambos tenían en común su menudencia física y su grandeza espiritual, ambos plantearon su vida entera al servicio del prójimo más necesitado.
El arzobispo de Récife (Brasil) presentó ante los obispos del Concilio Vaticano II el clamor del tercer mundo, dio voz a los pobres ante la prensa mundial y denunció, con voz implacable, las injusticias de los poderosos. No es extraño que muchos de estos últimos le calificasen de rojo marxista y demonio, mientras el pueblo cristiano y muchos obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos lo consideraban un hombre de Dios y hasta un santo.
Su actitud y su forma de actuar era la del amigo de los pobres, cercano a sus problemas y vidas, defensor de sus derechos frente a la tiranía política, económica y social.
No fue un teórico del amor a Dios , ni del amor al prójimo; fue un hombre de fe, que vio a Dios encarnado en cada hombre o mujer y en ellos encontró a Dios.
Su fe fue comprometida en la defensa de los derechos humanos, en la opción permanente por los pobres. El fue un comprometido, un implicado para hacer posible el Reino de Dios manifestado en el Evangelio. Lo suyo no fue la filosofía marxista, sino el claro y limpio evangelio de Jesús. Eso es todo lo que Dom Helder tuvo de obispo rojo.
Con cierta gracia, solía decir: Si doy comida a los pobres, me llaman santo; pero si pregunto por qué los pobres no tienen comida, me llaman comunista”.
Refiriéndose a la Iglesia de los pobres, decía: Optar por los pobres no significa despreciar a los ricos. No tenemos derecho a despreciar (y ni siquiera a olvidar) a nadie. ¿Por qué la preferencia por los pobres? Los ricos suelen creer que no tienen necesidad de nosotros. Nosotros debemos ayudarles fraternalmente, sin juzgarlos y sin condenarlos, a abrir sus ojos, sus oídos, su conciencia...Pero ellos no nos piden nada. Por su parte los pobres y los oprimidos sí que tienen necesidad de nosotros. Cuando Jesús habla de la bienaventuranza de los pobres, no está hablando de la bienaventuranza de la miseria. ¡De ningún modo! ¡La miseria es un insulto al Creador!”.
Dom Helder fue un obispo crítico e incómodo, por lo que quienes no veían con buenos ojos su forma de proceder le calificaron de demonio rojo. Fue un hombre de Dios que se empleó firmemente en denunciar las injusticias y poner todos los medios a su alcance para tratar de paliarlas.

Fue un hombre de intensa vida espiritual
Es el segundo rasgo esencial para comprender su figura. Él mismo confesó que, desde muy joven, se levantaba a medianoche para hacer dos horas de oración por su pueblo.
La oración de Dom Helder era una oración comprometida y equilibrada entre la vida espiritual y la lucha social. En ella encontraba las fuerzas del Espíritu para servir a sus hermanos necesitados. Supo encontrar, cosa harto difícil, el fiel de la balanza entre la acción apostólica y la oración íntima, reconfortante y abierta a los demás.
Decía que el ideal cristiano consiste en tener las manos de Marta y el corazón de María, en alusión al pasaje evangélico. Le era fácil orar al Señor contemplando la sonrisa de un niño, la salida del sol o el vuelo de un reactor. Todo le servía para acercarse a Dios.

Muerte de Dom Helder
El 28 de agosto de 1999 falleció en Recife y recibió la corona inmarcesible de la gloria este titán de los derechos humanos. La fuerza de su testimonio, clave en el siglo XX, permanecerá para siempre.

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