sábado, 26 de marzo de 2016

121.- LAS SIETE PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ


1ª “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
El Dios terrible y vengador del Antiguo Testamento ha dado paso en Jesús al Dios del Amor y del Perdón.
Dios es Amor y como tal promueve el amor como primer mandamiento. Amaos unos a otros como yo os he amado.
El amor lleva al perdón. Ambos unidos, sin amor no es posible el perdón y sin perdonar no es posible amar.
¡Perdónanos, Señor, como perdonaste a tus verdugos!
Perdona, Señor, a los  verdugos de tu Cuerpo Místico y acoge en el paraíso a tus seguidores masacrados por odio y rencor hacia la fe en Tí. 
Infunde en los verdugos sentimientos de humanidad y en los cristianos perseguidos fuerza para perseverar en tu seguimiento.

2ª “En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”.
Señor. ¡Parece fácil ganar el Paraíso!
Basta el reconocimiento de nuestros errores y el arrepentimiento sincero. Por tu parte, todo queda en olvido, perdón y promesa del Paraíso.
Buen Pastor, conoces muy bien nuestros senderos prohibidos, nuestros caminos tortuosos y nuestras escusas. 
Maestro bueno, abre nuestro corazón al arrepentimiento, endereza nuestras sendas, ayúdanos a caminar contigo.
¡Sé Tú nuestro camino!

3ª “Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre”.
Jesús, María y Juan, representante de toda la Humanidad.
María es la mujer bendita entre todas las mujeres. María es la madre bendita entre todas las madres.
Por su Hijo, María es la Madre de todos los hombres. Todos formamos la gran familia de Jesús que traspasa todo lugar y todo tiempo.
Jesús, en tu agonía, nos has entregado, en la persona de tu discípulo Juan, uno de los regalos más queridos, tu propia madre. Para nosotros, regalo inmerecido; para tu Madre, un cambio con pérdida. Muere el Hijo de sus entrañas, el Hijo Dios y se convierte en Madre de pecadores.
María, Madre bendita de la Humanidad, recíbenos.  En este mundo cruel, Madre, sabes que te necesitamos; sé nuestro sostén en toda cruz humana.

4ª “Dios mío, Dios mío. ¿por qué me has abandonado”.
La soledad extrema ha tomado posesión de Jesús. La victoria de Jesús tiene que pasar por el misterio del abandono del Padre. ¡Dios mío! ¿por qué me has abandonado?
Es el grito de todos los vencidos. Señor, ¿por qué nos abandonas en la duda, en el miedo, en la impotencia o la desesperación? 
¿Por qué permaneces en silencio, Dios mío, ante tanta injusticia, tanto dolor y tanta barbarie? 
¿Por qué no usas tu infinito poder contra los malvados? 
¿Es que ya no te importamos? ¿Es que ya no nos amas?
Son muchas preguntas y.... ninguna respuesta.
No entiendo el silencio de Dios, se me hace incomprensible. Tal vez, el   silencio de Dios sea una respuesta, incomprensible para nosotros por la estrechez de nuestro horizonte; pero, sumamente lúcida para Él, que todo lo juzga a largo plazo, que impide segar la cizaña para no cortar también el trigo (Mt 13, 29-30).
Es la hora del silencio de Dios. Es la hora de las tinieblas, es la hora de la fe, oscura y desnuda.
Señor y Dios mío, sé que me amas como nadie me ha amado jamás y, por tanto, aunque no entienda tu silencio, espero y confío.

5ª “¡Tengo sed!”
¡Vaya contrasentido! Tú eres la Fuente de agua viva, de la que todo el que bebe nunca vuelve a tener sed, pero tu cuerpo moribundo tiene sed. 
Tu alma invicta, ¿de qué tiene sed, Señor?
Tu alma tiene sed del Amor que la Humanidad no te da, ebria de aguas egoístas, sucias y fratricidas.
De tu boca, reseca por la sed de la agonía, yo sé que brotarán torrentes de agua viva, himnos de alegría, vino de fraternidad.
¡Danos, Señor, de tu agua! 
Señor, los hombres y mujeres de este siglo XXI tenemos mucha sed, en el cuerpo y en el alma. 
Abundan los que no tienen nada, los que carecen de todo, millones de desplazados, millones sin trabajo con el que sustentarse a sí mismos y a sus hijos, miles y miles que malviven sin techo ni hogar... Pero lo peor es la sed del alma porque no tienen esperanza. 
También los ricos y los poderosos, aunque, enlozados en sus egoísmos, aparenten vivir felices, la verdad es que todo es pura vanidad, pura apariencia, flor de un día; en su interior, viven atenazados por el miedo a perderlo todo, pendientes del qué dirán, sobresaltados por los constantes cambios de la Bolsa. Tienen de todo lo material, pero carecen de lo más importante, la paz de espíritu, esa paz que sólo Tú, Señor, les puedes dar. Sólo Tú, Señor, puedes saciar la sed de nuestras almas. 
¡Sé nuestra Fuente de agua viva! 

6ª ”Todo está consumado”

Sí, Señor, todo está consumado de tu parte.  
Has predicado y hecho posible el Reino de Dios.
Tomaste un cuerpo para servir y lo hiciste, en especial, a los pobres y desvalidos del mundo. Te has quedado en la Eucaristía entre nosotros para ser nuestro alimento. Te has convertido en nuestro camino, en nuestro compañero del alma.
Por tu parte, ¡todo está consumado!
Pero, por nuestra parte, ¡todo debe cambiar!
Todo está por hacer. A la luz de tu mirada, deben cesar los egoísmos y los miedos, las mentiras y los odios,  el dolor de todas las guerras.
Por nuestra parte, ¡no todo está consumado! ¡Queda mucho por hacer! 
Capa persona debe entrar en su interior e intentar un cambio profundo. El cambio de la sociedad se dará cuando cambiemos las personas, no unas por otras como pretenden los partidos políticos para que todo siga igual, sino persona a persona, una tras otra, cambiemos la forma de vivir y de actuar en la sociedad. Los valores personales de honradez, justicia, de paz y solidaridad deben ser adquiridos y puestos al servicio del bien común de toda la sociedad.
Todos debemos cambiar para poder entonar el Canto de la Esperanza.con fe y con amor. 

7ª “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”

El Padre te envió y al Padre vuelves. Dios y Hombre, igual a nosotros para siempre. En su seno te acoge el Padre, como Hijo bienamado, satisfecho del Amor que en la tierra has plantado y derramado.
Es la hora de la recompensa. La hora del triunfo final sobre la muerte. La hora del laurel de la victoria.
En tus manos, Señor, están nuestras vidas.
¡Ojalá las vivamos de tal suerte que, al final, nuestro espíritu repose en tu seno!


REFLEXIÓN FINAL: Pasó el Viernes Santo de Jesús, continúa el nuestro que también pasará. Nuestra vida corre paralela entre el Viernes Santo del dolor y el sufrimiento, en todas sus fases y expresiones, por un lado y el Domingo de Resurrección por otro.
El domingo celebraremos la gloriosa RESURRECCIÓN de Cristo, su triunfo sobre la muerte y la prueba definitiva de la veracidad de nuestra fe.
El Viernes Santo y el Domingo de Resurrección, juntos e inseparables, deben ser la vida cotidiana del creyente. Dolor y gozo, tristezas y alegrías, salud y enfermedades.
La vida es una carrera de obstáculos que hay que superar para llegar a la meta. No todo es el Viernes Santo, el Viacrucis (Camino de la Cruz), hay que vivir en paralelo el Domingo de Resurrección, el Vialucis (Camino de la Luz). 
Dos raíles, un tren de la vida que se mueve y nosotros en él camino de la meta.
Ojalá nos subamos todos al tren de la vida, aceptemos los dos raíles y recorramos el trayecto con fe, esperanza y amor, única garantía de ser coronados al llegar.


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