martes, 2 de abril de 2013

80.- LIBROS HISTÓRICOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO


Tratan sobre la formación del pueblo de Israel, el exilio a Babilonia y el regreso a Jerusalén. En estos libros aprendemos sobre las murallas que cayeron en Jericó,  el  reinado de David, conocemos al profeta Elías, y una serie de reyes irreverentes. La gran lección es que Dios cumple sus promesas y espera de su pueblo obediencia y fidelidad.

lunes, 1 de abril de 2013

79.- LOS ONCE PRIMEROS CAPÍTULOS DEL GÉNESIS,¿MITO O REALIDAD?


  
1.- CARÁCTER DIDÁCTICO DE LOS CAPÍTULOS
Los hebreos, como los hombres de todos los tiempos y culturas, se plantearon los grandes interrogantes: ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Por qué existe la maldad en el mundo? ¿Por qué el dolor y la muerte?

domingo, 31 de marzo de 2013

78.- VIDA Y MUERTE DE SAN PABLO


El nombre

Los judíos que vivían fuera de Palestina solían tener dos nombres, 

uno judío y otro griego o romano.

Su nombre judío era Saulo, en hebreo moderno Sha'ul (invocado, 

llamado), es el nombre del primer rey de Israel (1 Sam 10)

Su nombre romano era Paulus (Pablo): No se sabe de dónde le viene 

este nombre; es posible que esté relacionado con la ciudadanía 

romana que poseía la familia por habitar en Tarso (1), capital de la 

provincia romana de Cilicia, en la actual Turquía.

Formación

Saulo nació entre el año 5 y el 10, de nuestra era, en el seno de una 

familia acomodada, recibió la educación inicial en la misma ciudad 

de Tarso y, en los primero años de su juventud, fue enviado

Jerusalén donde ingresó en la escuela del maestro de la Ley, el 

rabino Gamaliel, allí adquirió una sólida formación teológica, 

filosófica, jurídica y lingüística (hablaba hebreo, arameo griego y 

latín), lo que sugiere que se preparaba para ser rabino.

Saulo era fariseo, él mismo lo dice: “[Soy] hebreo e hijo de hebrero; 

y, según la Ley, fariseo y por el celo de ella, perseguidor de la 

iglesia” (Flp 3,5-6); “todos los judíos conocen mi vida… y pueden 

testificar que yo he vivido como fariseo conforme a la secta más 

estricta de nuestra religión” (Hch 26, 4-5)

Durante la crucifixión de Jesús debió encontrarse fuera de Jerusalén, 

pues, en caso contrario, su desconocimiento del hecho no se 

explicaría. Sí estuvo presente en la lapidación del diácono Esteban, 

pues custodió la ropa de los lapidadores en prueba de conformidad.

Perseguidor de los cristianos

La formación recibida de la rígida observancia de las tradiciones 

farisaicas, le llevó a convertirse en perseguidor de los cristianos.

La lapidación del diácono Esteban fue el inicio de “una gran 

persecución contra la Iglesia de Jerusalén...Saulo devastaba la 

Iglesia, entrando en las casas, arrastraba a hombres y mujeres y los 

hacía encarcelar” (Hch 8, 1.3) “Saulo respiraba amenazas de muerte 

contra los discípulos del Señor” (Hch 9,1); “perseguí de muerte esta 

doctrina... yo era el que encarcelaba y azotaba en las sinagogas a los 

que creían en Él” (Hch 22, 4.19) ; “Muchas veces, por todas las 

sinagoga, los obligaba a blasfemar a fuerza de castigos y, loco de 

furor, los perseguí hasta las ciudades extrañas” (Hch 26,11)

En el año 36, los príncipes de los sacerdotes, accediendo a una 

petición suya, le encomendaron la misión de buscar y encarcelar a 

los cristianos de Damasco (Hch 9, 2-3)

De perseguidor a perseguido

Lucas, como historiador ofrece el relato de la conversión de Saulo: 

Cuando estaba de camino, al acercarse a Damasco, se vio de 

repente rodeado de una luz del cielo y, al caer a tierra, oyó una voz 

que decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?. Él contestó: 

¿Quién eres, Señor? Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y 

entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer” (Hch 9, 1-6; (2).

Es importante destacar que este “encuentro con Jesús” es real, que 

vio a Cristo resucitado (1 Cor 9,1); no fue un sueño o una visión, 

“[Cristo] se me apareció también a mí” (1 Cor 15,8)

Los que viajaban con Saulo vieron la luz, pero no escucharon a 

Cristo hablar (Hch 22,9). Saulo perdió la visión y sus acompañantes 

tuvieron que guiarlo hasta la ciudad (Hch. 22,11).

Como fruto de esta aparición de Jesús, en Saulo se produce u

cambio radical: de perseguidor pasa a ser creyente, apóstol, 

predicador incansable de la fe cristiana y, finalmente, testigo de esta 

fe, muriendo decapitado.

La “conversión” para los judíos significaba abandonar los ídolos y 

creer en el Dios verdadero; y para Pablo significaba aceptar que la 

esencia de la fe judía estaba, precisamente, en reconocer a Jesús 

como el Mesías que había de venir; Pablo no se convirtió al 

cristianismo que entonces no existía como religión, sino al 

reconocimiento de Jesús

Ya en Damasco, “estuvo tres días sin ver y sin comer mi beber” 

(Hch 9,9), al cabo de los cuales se le presentó Ananías y le dijo: 

“Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me 

ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo 

(Hch 9, 17); “el Dios de nuestros padres te ha elegido para que 

conocieras su voluntad y vieras al Justo y oyeras la voz de su boca” 

(Hch 22,14)

Pasados unos días, Saulo “se dio a predicar en las sinagogas 

diciendo que Jesús es el Hijo de Dios” (Hch 9, 20) Predicó en 

Damasco y en “Arabia y de nuevo volví a Damasco”(Gál 1, 17) (3)

Los judíos estaban muy extrañados, pues sabían que había ido a 

Damasco para descubrir y encarcelar a los cristianos. Ante tal 

cambio, considerándole un traidor, decidieron matarle (Hch 

9, 23).

Habiendo llegado la resolución de los judíos a oídos de los 

cristianos, “tomándole de noche lo bajaron por la muralla 

descolgándolo en una espuerta” (Hch 9, 25)

Llegó a Jerusalén y se encontró con el recelo de los creyentes que le 

conocían como perseguidor; Bernabé le presentó a los Apóstoles 

Pedro y Santiago el Menor, a los que contó todo lo que le había 

sucedido y ellos le contaron sus propias vivencias.

Durante algún tiempo se dedicó a predicar en Jerusalén, junto con 

los Apóstoles. “Hablaba y disputaba con los judíos helenístas (4)

que intentaron quitarle la vida, pero los hermanos le llevaron a 

Cesárea y de allí le enviaron a Tarso” (Hch 9, 29-30)

Bernabé fue a Tarso en busca de Saulo y juntos partieron hacia 

Antioquía de Siria (5) donde predicaron durante un año logrando 

que la ciudad se convirtiese en centro de los cristianos que venían de 

la gentilidad.

Entre los años 41 al 48, siendo Alejandro gobernador de Judea, se 

produjo una gran hambruna y los cristianos de Antioquía enviaron 

“socorros a los hermanos de Judea, cada uno según sus facultades, 

por medio de Saulo y Bernabé” (Hch 11, 29-30). “Cumplido el 

encargo, se volvieron a Antioquía, llevando consigo a Marcos” (Hch 

12, 25).

Viajes de Pablo

En Pablo, que no perteneció al círculo inicial de los Doce Apóstoles, 

se dieron una serie de circunstancias: su fuerte personalidad judía, su 

cultura helénica y su ciudadanía romana, que le sirvieron para 

fundar varias de las primeras comunidades cristianas y anunciar a 

Jesucristo tanto a los judíos como a los gentiles.

Él mismo describe los avatares que soportó en sus viajes: “En 

peligros de muerte he estado muchas veces. Cinco veces recibí de 

los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con 

varas; una vez fui apedreado; tres veces padecí naufragio; un día y 

una noche pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos; 

peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los 

gentiles; peligros en la ciudad; peligros en despoblado; peligros en el 

mar; peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas; noches sin 

dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y 

desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la 

preocupación por todas las Iglesias” (2 Cor 11. 23c-28.

Es digno de admiración el esfuerzo físico y mental que soportó para 

predicar a Cristo Resucitado y compartir su “experiencia personal”, 

tanto con judíos como con gentiles.

Durante su predicación, Pablo se presentaba en las sinagogas de las 

diversas comunidades judías; pero, casi siempre, terminaba en 

fracaso, pues muy pocos hebreos se convertían a la fe en Cristo, por 

el contrario, eran muchos los gentiles que la abrazaban.

Primer viaje misionero de Pablo,

Pablo, en compañía de Bernabé y de Marcos, iniciaron el primero de 

sus viajes misioneros; salieron de Antioquía de Siria y visitaron 

estas ciudades: Salamina y Pafos, en la isla de Chipre, y en el 

continente, Perge, Antioquía de Panfilia, Iconio, Listras y Derbe.

Saulo abandonó el nombre judío de Saulo y empezó a usar el 

nombre romano de Paulus, tal vez, considerándolo más oportuno 

para su predicación a los gentiles.

Recorrieron varias regiones de Asia Menor: Desde Pafos, la última 

ciudad de Chipre, donde se convirtió el procónsul romano Sergio 

Paulo, navegaron hasta Perge de Panfilia, allí los dejó Marcos, que 

se volvió a Jerusalén, y ellos se fueron a Antioquía de Pisidia, 

donde durante dos sábados predicaron la palabra de Dios. “Muchos 

de lo judíos y prosélitos adoradores de Dios siguieron a Pablo y 

Bernabé” (Hch 13, 43), pero otros, “ se llenaron de envidia y les 

insultaban y contradecían” (Hch 13, 45)

Pablo y Bernabé les respondían: “A vosotros os teníamos que hablar 

primero la palabra de Dios, como la rechazáis… nos volveremos a 

los gentiles” (Hch 13, 46) “La palabra del Señor se difundía por toda 

la región, pero los judíos… promovieron una persecución contra 

Pablo y Bernabé y los arrojaron de sus términos” (Hch 13, 49-50). 

Ellos se fueron a Iconio, donde se repitió el mismo esquema: 

predican en la sinagoga; algunos judíos se rinden a la palabra 

predicada y la aceptan, pero la mayoría la rechazan y se revuelven 

contra el predicador al ver sus éxitos entre los prosélitos y gentiles y 

oír la doctrina predicada por Pablo y Bernabé sobre la igualdad de 

todos en Jesucristo, con la supresión de los privilegios de la nación 

escogida y promueven tumultos, “pretendiendo apedrear a los 

apóstoles que huyen a las ciudades de Licaonia, Listra y Derbe y a 

las regiones vecinas, donde predican el Evangelio” (Hch 14,5-7).

En Listra curaron a un cojo y la gente los tomó por dioses y querían 

ofrecerles sacrificios. Ellos no lo permitieron, diciéndoles: “Somos 

hombres iguales a vosotros” (Hch 14, 15) Pero, llegaron unos 

“judíos que venían de Antioquía e Iconio, y sedujeron a las turbas, 

que apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, dejándole 

por muerto” (Hch 14,19)

Los discípulos cuidaron a Pablo y, “junto a Bernabé, al día siguiente, 

salió camino de Derbe, donde hicieron “muchos discípulos” (Hch 

14, 20-21)

Aquí terminó el primer viaje misionero de Pablo y Bernabé. 

Iniciaron el camino de vuelta por las mismas ciudades en las que 

antes habían predicado, Listra, Iconio, Antioquía de Pisidia, Perge y 

Antioquía de Siria, aprovechando cada estancia para animar y 

exhortar a los fieles y constituir presbíteros por la imposición de las 

manos.

Llegados, reunieron la iglesia y contaron cuanto había hecho Dios 

con ellos y cómo habían abierto a los gentiles las puertas de la fe” 

(Hch 14, 27)

Después del primer viaje, Pablo y Bernabé residieron algún tiempo 

en Antioquía de Siria. Estando allí, asistieron al Concilio de 

Jerusalén.

El Concilio de Jerusalén

Es el primer concilio y va a tener gran importancia en la historia

de la Iglesia.

En las comunidades recién fundadas vivían juntos y en igualdad de 

derechos los cristianos que procedían del judaísmo [judeo cristianos] 

y los que venían de la gentilidad. La circuncisión era considerada 

como señal de pertenencia al pueblo judío y de separación de los 

gentiles (Gén 17,10).

Algunos [judeo-cristianos] que habían bajado de Jerusalén a 

Antioquía enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme 

a la Ley de Moisés, no podéis ser salvos” (Hch 15,1)

Se produjo cierta agitación y Pablo y Bernabé decidieron ir a 

Jerusalén para consultar a los Apóstoles. Fueron muy bien acogidos 

“contaron lo que Dios había hecho con ellos” (Hch 15, 4); pero, 

algunos que procedían del fariseísmo, dijeron: “Es preciso que se 

circunciden y guarden la Ley de Moisés” Hch 15, 5) Pretendían 

imponer la circuncisión y la Ley para incorporar al judaísmo a los 

gentiles convertidos y, sólo después, podían ser admitidos en la fe 

cristiana.

Tras una larga deliberación entre los Apóstoles y los presbíteros; 

habló Pedro y dijo: “...Dios ha testificado en su favor, dando a los 

gentiles el Espíriu Santo igual que a nosotros y no haciendo 

diferencia alguna entre nosotros y ellos” (Hch 15, 8-9)

Hablaron Pablo y Bernabé, para referir “cuantas señales y prodigios 

había hecho Dios entre los gentiles por medio de ellos” (Hch 15,12). 

San Pablo añadiría, más tarde, en la carta a los gálatas: “Santiago, 

Cefas y Juan, que pasan por ser las columnas [de la Iglesia], nada 

me impusieron de más; antes al contrario, cuando vieron que se me 

había confiado el evangelio de los incircuncisos, como a Pedro el de 

la circuncisión, reconocieron la gracia que se me había dado y nos 

dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de aprobación, para que 

nosotros nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a los circuncisos” 

(Gál 2, 6-7)

Habló finalmente Santiago el Menor diciendo: “Mi parecer es que 

no se inquiete a los gentiles que se conviertan a Dios” (Hch 15, 19)

Al final, escribieron una carta a los cristianos de Antioquía de Siria, 

que fue llevada por Pablo y Bernabé, en la cual, en resumen, les 

decían: “Ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros 

ninguna otra carga más que estas necesarias: que os abstengáis de las 

carnes inmoladas a los ídolos, de sangre y de lo ahogado y de la 

fornicación” (Hch 15, 28-29) (6)

La decisión del concilio significó un avance significativo de apertura 

a todas las gentes. Pablo denunciará más tarde la inutilidad de las 

prácticas cultuales del judaísmo, como la circuncisión (Gál 6,12) y 

demás obsevancias impuestas por la Ley (Gál 4,10) porque la 

justificación no es fruto de la observancia de la Ley sino un don 

gratuito de Dios, otorgado por el sacrificio de Cristo.

La Ley de Moisés, buena y santa en sí (Romanos 7, 12), hizo que el 

hombre conociera la voluntad de Dios, pero sin comunicarle la 

fuerza interior para cumplirla; por lo mismo, no consiguió más que 

hacerle consciente de su pecado y de la necesidad que tiene de la 

ayuda de Dios (Gálatas 3, 19-22; Romanos 3,20). Pues bien, “ al 

llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de 

mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, 

para que recibiésemos la adopción” (Gál 4,4-5). Cristo nos libró de 

la servidumbre de la Ley y nos dio por la fe en Él la justicia interior 

la dignidad de hijos que nos hace sentirnos hijos de Dios y 

llamarle Padre.

Segundo viaje misionero de Pablo

Dijo Pablo a Bernabé: “Volvamos a visitar a los hermanos por todas 

las ciudades en las que hemos evangelizado la palabra del Señor y 

veamos cómo están” (Hch 15, 36). Bernabé quería que los 

acompañase Marcos, pero a Pablo no le pareció bien, por lo que 

Bernabé y Marcos se embarcaron hacia Chipre y Pablo, llevando 

consigo a Silas, inició su segundo viaje.

Saliendo de Antioquía de Siria, atravesaron Siria y Cilicia, llegaron 

al sur de Galacia, a las ciudades de Derbe y a Listra, donde se les 

unió Timoteo (Hch 16,1-3); atravesando Frigia, llegó a Galacia del 

Norte, donde fundó nuevas comunidades.

En este viaje cayó enfermo, como él mismo cuenta: “Bien sabéis que 

estaba enfermo de enfermedad corporal cuando por primera vez os 

anuncié el Evangelio” (Gál 4,13)

Partieron de Galacia hacia Misiay llegaron a Tróade, (Troas) donde 

se supone que se les unió Lucas (7).

Pablo decidió ir a Europa, navegaron a la isla de Samotracia y al día 

siguiente, al puerto de Neápolis (hoy Kavala), y caminaron hasta 

Filippos, en Macedonia, donde creó la primera comunidad cristiana 

europea. Allí fueron azotados con varas y sufrieron prisión por parte 

de los pretores romanos (Hch 16,22-23)

Siguieron su viaje por Anfípolis, Apolonia y Tesalónica, donde, 

durante tres sábados, hablaron en la sinagoga; pero los judíos 

promovieron un alboroto en la ciudad y Pablo y Silas se fueron a 

Berea, que “recibió con toda avidez la palabra” (Hch 17,11).

Enterados los judíos de Tesalónica se presentaron en Berea y 

alborotaron a la plebe; por esta circunstancia, Pablo fue llevado por 

los hermanos a Atenas, quedando Silas y Timoteo en Berea.

En Atenas, Pablo, según su costumbre, “disputaba con los judíos en 

la sinagoga y en el ágora con los que le salían al paso” (Hch 17,17)

Le oyeron algunos filósofos y le llevaron al Areópago donde dijo a 

todos: “Atenienses, veo que sois sobremanera religiosos;porque al 

pasar y contemplar los objetos de vuestro culto he hallado un altar 

en el que estás escrito: “Al dios desconocido”. Pues ese que sin 

conocerle veneráis es el que yo os anuncio” (Hch 17, 22-23) Pablo 

siguió hablando de Dios; pero, “cuando oyeron lo de la resurrección 

de los muertos, unos se echaron a reír y otros dijeron: Te oiremos 

sobre esto otra vez” (Hch 17, 32). Unos pocos se adhirieron a Pablo.

Desde Atenas, Pablo marchó a Corinto y se hospedó, durante un 

año y medio, en la casa de Aquila y Priscila (8) y “como eran del 

mismo oficio, trabajaban juntos, pues ambos eran fabricantes de 

lonas” (Hch 18, 3), y se convirtieron en amigos entrañables.

Se le unieron, de nuevo, Silas y Timoteo y “testificanan a los judíos 

que Jesús era el Mesías. Como éstos le resistían y blasfemaban, 

sacudiendo sus vestiduras, les dijo: Caiga vuestra sangre sobre 

vuestras cabezas; limpio soy yo de ella. Desde ahora me dirigiré a 

los gentiles” (Hch 18, 5-6)

Pablo permaneció bastantes días en Corinto, después, acompañado 

de Aquila y Priscila, navegaron hasta Éfeso, “él entró en la sinagoga 

y conferenció con los judíos. Éstos le rogaban que se quedase más 

tiempo, pero no consintió...Partió de Éfeso y, desembarcando en 

Cesárea, subió a Jerusalén y saludó a la iglesia, bajando luego a 

Antioquía” (Hch 18, 19-22)


Tercer viaje de Pablo

El tercer viaje Pablo puede ser clasificado como agridulce, pues 

incluye las tribulaciones que abrumaron al apóstol y las crisis de las 

comunidades de Galacia y Corinto y, por otra parte, el viaje fue de 

gran fecundidad en la propagación del Evangelio.

Desde Antioquía, “atravesó el país de Galacia (9) y Frigia (10)

confirmaba a todos los discípulos” (Hch 18, 23), siguió hasta Éfeso 

(11) y fijo en ella su nueva sede de evangelización.

Durante tres meses habló libremente en la sinagoga; pero, como 

“algunos empezaron a maldecir el camino del Señor, Pablo se separó 

de ellos y predicaba todos los días en la escuela de Tirano, durante 

dos años, de manera que todos los habitantes de Asia oyeron la 

palabra del Señor, tanto los judíos como los griegos” (Hch 19, 9-10)

En esta época, Pablo escribió la Carta a los gálatas, oponiéndose a 

los judaizantes que exigían fuesen circuncidados los gálatas que se 

convertían a la fe.

También escribió las Cartas a los corintios, por las que conocemos 

los múltiples problemas surgidos en dicha comunidad que tuvo que 

afrontar.

Escribió también la Carta a los romanos, por la conocemos que ya 

existía allí una comunidad de creyentes a la que Pablo había querido 

visitar “desde hace bastantes años, espero veros al pasar, cuando 

vaya a España” (Rom 15, 23-24)

En ese tiempo realizó una colecta en las diversas comunidades de 

Macedonia y Acaya para enviar a la comunidad necesitada de 

Jerusalén y que él mismo llevó en el viaje que ya tenía proyectado.

La estancia en Éfeso duró unos tres años (Hch 20,31). Los Hechos 

de los Apóstoles cuentan el enfrentamiento de Pablo con los siete 

hijos exorcistas de un sacerdote judío. Pablo logró que “bastantes de 

los que habían profesado las artes mágicas llevasen sus libros y los 

quemasen en público, llegando a calcularse el precio de lo quemado 

en cincuenta mil monedas de plata” (Hch 19,19).

Otro suceso muy sonado fue el motín de los plateros: La predicación 

de Pablo molestó a un platero llamado Demetrio, que hacía en plata 

templos de Artemisa, obteniendo pingües beneficios. Este fue su 

alegato: “Bien sabéis que nuestro negocio depende de este oficio; 

pero estáis viendo y oyendo que no sólo en Éfeso, sino en casi toda 

el Asia, ese Pablo ha persuadido y llevado tras sí a mucha gente, 

diciendo que no son dioses los hechos por manos de hombres.

Esto no solamente es un peligro para nuestra industria, sino que es 

en descrédito del templo de la gran diosa Artemisa, que será 

reputada como nada y vendrá a quedar despojada de su majestad 

aquella a quien adora toda el Asia y toda la tierra”(Hch 19 25-27)

Pasado el tumulto de los plateros, Pablo se dirigió a Corinto, no por 

vía marítima sino por tierra, atravesando Macedonia, “exhortando a 

todos con largos discursos” (Hch 20,2); en Corinto permaneció tres 

meses pero, una vez más, por las acechanzas de los judíos de 

Corinto contra él, decidió atravesar de nuevo Macedonia y volver a 

Tróade e iniciar su viaje a Jerusalén. Caminó desde Tróade a Asón 

donde se embarcó con rumbo a Mitilene y Mileto.

Desde Mileto mandó llamar a los presbíteros de Éfeso a los que 

dirigió unas palabras muy enternecedoras (Hch 20, 18-35). Se 

despidieron todos “con gran llanto...porque les había dicho que no 

volverían a ver su rostro” (Hch 20, 38). Se embarcó de nuevo y, 

pasando por Rodas y Pátara, llegó a Tiro en Siria. Los fieles de Tiro 

le dijeron que no subiese a Jerusalén; mas, él embarcó hacia 

Tolemaida, desde donde fueron caminando hasta Cesárea; allí, una 

vez más, le dijeron que no subiese a Jerusalén. “No pudiendo 

disuadirle, pues estaba dispuesto a morir por Jesús, dijeron: Hágase 

la voluntad del Señor” (Hch 21,14). Así pues, Pablo y sus 

acompañantes subieron a Jerusalén, donde fueron recibidos con 

alegría por los hermanos, reuniéndose con Santiago el Menor y 

todos los presbíteros, les entregó la colecta.

Prisión de Pablo

Unos judíos venidos de Asia vieron a Pablo en el templo y le 

acusaron de violar la Ley y profanar la santidad del Templo, 

provocaron una revuelta e intentaron matarle; intervino el tribuno 

romano, que le libró de los judíos y se lo llevó encadenado. Pablo 

pidió que le permitiese hablar al pueblo, el tribuno se lo concedió y 

Pablo les contó toda su historia; pero al fina, los judíos gritaron: 

“Quita a ése de la tierra, que no merece vivir… en vista de esto, 

ordenó que lo azotasen y diesen tormento para conocer por qué 

causa gritaban así contra él” (Hch 22,22,24)

Pablo, dando muestras de gran habilidad, “preguntó al centurión: 

¿Os es lícito azotar a un romano sin haberle juzgado?” (Hch 22,25) 

Al oír esto el centurión se lo dijo al tribuno y éste se cercioró de que 

verdaderamente Pablo era ciudadano romano y ordenó que le 

quitasen las cadenas. Al día siguiente hizo que se reuniese el 

Sanedrín y se presentó con Pablo, quien, en uso de la palabra y con 

habilidad, planteó la cuestión de la resurrección, enfrentando a 

fariseos y saduceos, de tal modo que el tribuno ordenó a los 

soldados que arrancasen a Pablo de en medio de los judíos para 

evitar que le despedazasen (Hch 23, 10)

Una vez más, los judíos se confabularon para matar a Pablo, pero se 

enteró un sobrino de éste y se lo contó al tribuno, diciendo: “Los 

judíos han concertado pedirte que mañana lleves a Pablo ante el 

Sanedrín, alegando que tienen que averiguar con más exactitud algo 

acerca de él. No les creas, porque se han conjurado contra él más de 

cuarenta hombres de entre ellos y se han obligado por anatema a no 

comer ni beber hasta matarle, ya están preparados a la espera de que 

les concedas lo que van a pedirte” (Hch 23,20-21)

El tribuno decidió enviar a Pablo al procurador de la provincia 

romana de Judea, Marco Antonio Félix, que residía en Cesárea 

Marítima, al norte de la región de Samaría.

Cinco días después fueron a Cesárea el sumo sacerdote Ananías y 

algunos ancianos para acusar a Pablo, quien volvió a defenderse. El 

procurador, oídas ambas partes, postergó el juicio y dejó a Pablo en 

prisión durante dos años; al cabo de los cuales llegó el nuevo 

procurador, Porcio Festo.

Festo convocó a los judíos ante su tribunal y mandó traer a Pablo, 

que fue, otra vez, acusado por los judíos, replicando Pablo “que ni 

contra la Ley de los judíos, ni contra el Templo, ni contra el César 

había cometido delito alguno” (Hch 25,8). Festo le prgunto si quería 

subir a Jerusalén para ser juzgado, a lo que Pablo contestó: “Estoy 

ante el tribunal del César; en él debo ser juzgado….nadie puede 

entregarme a ellos. ¡Apelo al César!...Festo respondió: Has apelado 

al César; al César irás” (Hch 25, 10.11.12) (12)

El rey Agripa fue a Cesárea para saludar a Festo y éste le habló del 

preso y, queriendo el rey conocerle, se le presentó. Pablo les expuso 

en detalle todo lo sucedido. “Levantándose el rey y el procurador, se 

decían uno al otro: Este hombre no ha hecho nada que merezca la 

muerte o la prisión. Agripa dijo a Festo: Podría ponérsele en libertad 

si no hubiera apelado al César” (Hch 26, 31-32).

Viaje a Roma

Pablo viaja como prisionero en mans de un centurión llamado Julio. 

Tras una travesía llena de peligros se vieron obligados a detenerse en 

la isla de Malta, donde fueron muy bien recibidos por los malteses, 

que “encendieron fuego y nos invitaron a todos a acercarnos a él, 

pues llovía y hacía frío” (Hch 28,2)

Pasados tres meses, embarcaron hacia Siracusa, donde 

permanecieron tres días; después, pasando por Regio y Pozzuoli, 

llegaron Roma, donde Pablo estuvo sujeto a arresto domiciliario, 

“con un soldado que tenía el encargo de guardarle… durante dos 

años” Hch 28,16.30), del 61 al 63 d.C.

Queda todavía sin dilucidar si durante la custodia domiciliaria o 

después de ella, Pablo pudo llevar adelante su proyecto de viajar a 

Hispania. Tanto quienes piensan que Pablo llegó a Tarragona, como 

los que piensan que nunca llegó, admiten que por el momento no es 

posible llegar a una conclusión clara y definitiva sobre el tema.

Muerte de San Pablo

Poco antes de morir escribió: “A punto estoy de derramarme en 

libación, siendo ya inminente el tiempo de mi partida. He combatido 

el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe. Por lo 

demás, ya me está preparada la corona de la justicia, que me 

otorgará aquel día el Señor, justo juez, y no sólo a mí, sino a todos 

los que aman su manifestación” (Hch 2Tim 4,6-8) 

Sucedió en Roma, bajo el emperador Nerón y fue una muerte 

violenta.

Eusebio de Cesarea describe que "está registrado que Pablo fue 

decapitado en la misma Roma, y que Pedro también fue crucificado 

bajo Nerón” (13)

Tertuliano dice que San Pablo murió decapitado, como Juan el 

Bautista.

San Jerónimo escribe en su obra De viris illustribus, cap 5: “Pablo 

fue decapitado en el decimocuarto año de Nerón y que fue enterrado 

en la vía Ostia en Roma”.



(1) Julio César había concedido a los ciudadanos de Tarso la ciudadanía romana por la ayuda que le 

prestaron en la guerra civil.

(2) El mismo Pablo da dos relatos más: ante el pueblo, Hch 22, 4-16 y ante ante el rey Agripa en 

Cesárea, Hch 26,9-18.

(3) No se trata de la actual Arabia saudí sino del reino nabateo cuya capital era la ciudad de Petra.

(4) Los helenistas eran los judíos de habla griega.

(5) Allí los creyentes en Cristo empezaron a llamarse “cristianos”. Antioquía de Siria, tercera ciudad en 

importancia del Imperio Romano tras Roma y Alejandría, fue la base de la actividad misionera de San 

Pablo.

(6) La carnes inmoladas a los ídolos se vendían en público y, más tarde, Pablo las declarará permitidas 

(1 Cor 8, 1ss); comer sangre o carne no sangrada estaba prohibido por la Ley (Gén 9,4); estos dos 

puntos se abolieron cuando la Iglesia de la gentilidad se desprendió de la sinagoga; la fornicación, el 

tercer punto de la carta, fue incluída porque entre los gentiles no era considerada falta grave.

(7) La suposición se basa en que hasta aquí Lucas, autor de los Hechos de los Apóstoles, habla siempre 

en tercera persona del plural “llegaron”, y a partir de aquí usa la primera persona del plural

“navegamos”.

(8) Aquila y Priscila eran un matrimonio judeocristiano que habían llegado de Roma en virtud del 

decreto del emperador Claudio que ordenaba la expulsión de todos los judíos.

(9) Galacia (tierra de los galos) era una región del centro de Asia Menor; sus ciudades principales eran 

Tarso, Derbe, Listra, Iconio y Antioquía e Pisidia.

(10) Frigia era una región meridional de Asia Menor; sus ciudades principales eran Colosas, Laodicea y 

Hierápolis.

(11) Éfeso era la cuarta ciudad del Imperio romano, después de Roma, Alejandría y Antioquía de Siria. 

Era un centro estratégico de comunicaciones hacia Oriente.

(12) Pablo ejerció su derecho de ser juzgado ante el César porque tenía la ciudadanía romana.

(13) Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica, Libro II cap 25.