lunes, 16 de septiembre de 2013

98.- EL MUNDO A LA LLEGADA DEL MESIAS



Promesa de Dios a Abraham
La preparación del mundo para la llegada del Mesías fue larga y trabajosa y no limitada al pueblo de Israel, pues el Mesías sería el Salvador de toda la humanidad. El hombre, postrado en su soberbia, debía recuperar su capacidad para alcanzar la verdad y la vida para las que había sido creado.
Dios vino en ayuda del hombre y eligió al pueblo de Israel como portador de la Promesa y le dio el protagonismo.


También los demás pueblos estaban llamados a gozar de la gracia del Mesías. Al principio de la Historia, los pueblos se nos presentas aislados, con sus dioses y su culto, sus reyes y su territorio, recelando de sus vecinos de frontera y en frecuentes luchas de poder y conquista. De aquí nacieron los grandes imperios que, poco a poco, fueron borrando las fronteras y prepararon la unidad del mundo antiguo.

Imperio asirio bajo Asurbanipal (668-627 a.C.)
En Oriente nace el Imperio Asirio, al que sucede el Babilónico, a éste le sucede el Persa, que llega a extenderse desde la India hasta Etiopía.

Imperio macedonio con Alejandro Magno
En Occidente surge el Imperio Macedonio que, tras absorber a las repúblicas griegas, se adueña del Imperio Persa, y aspira con Alejandro Magno a una gran unidad política entre Oriente y Occidente, con el ingrediente dinamizador de la cultura helénica.

Surge el poder de Roma, que, tras someter a los pueblos  occidentales de Europa y a los del norte de África, incorpora gran parte del imperio de Alejandro. La gran unidad política soñada por Alejandro se realiza en el Imperio Romano que llegó a extenderse desde el Océano Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio, el mar Rojo y el golfo Pérsico al este,  y desde el desierto del Sahara al sur hasta los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte.
Imperio Romano bajo César Augusto
Cuando nació el Mesías reinaba en Roma el emperador César Augusto, quien gobernó el Imperio Romano desde el año 27 a.C. al 14 d.C.
“Salió un edicto de César Augusto para que se empadronase todo el mundo….Iban todos a empadronarse cada uno en su ciudad. José subió… de Nazaret…a Belén..con María, su esposa, que estaba encinta. Estando allí…dio a luz a su Hijo” (Lc 2, 1-6)
El Imperio Romano, sin pretenderlo, ofreció a los seguidores de Jesús de Nazaret la oportunidad de extenderse por un inmenso imperio, con una cultura helenística abierta y un gran número de colonias judías en las principales ciudades. Los primeros cristianos aprovecharon esta oportunidad y se extendieron rápidamente por todo el Imperio.
La cultura helénica, lengua,  literatura,  arte y filosofía que Alejandro Magno difundió por Oriente, las colonias griegas y el Imperio Romano difundieron por las provincias occidentales, constituyendo la unidad cultural de todo el Imperio. Cada pueblo tenía sus dioses; pero todos sentían el atractivo del arte y de la mitología griegos. 
Los súbditos del Imperio Romano salieron de su estrechez cultural y religiosa y, bajo la influencia de la cultura helénica, adquirieron unas concepciones más amplias que les prepararon para concebir una divinidad trascendente como la predicada por  los seguidores de Jesús de Nazaret.




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