miércoles, 16 de agosto de 2017

127.- EL DESIGNIO DE DIOS SOBRE EL HOMBRE


Comienzo un ciclo titulado De Adán a Jesucristo” al que voy a dedicar una serie de capítulos para abordar “el designio amoroso de Dios sobre el hombre”,que se manifiesta transversalmente en todos los libros de las Sagradas Escrituras: "Dios quiere que todos los hombres se salven" (1Tim 2,4)
Antes, quiero hacer notar varias cuestiones que contribuyan a descubrir y comprender el designio de Dios.

1.-“Y dijo Yavé...” o “Y habló Yavé”.
Muchísimas son las veces que aparece esta frase en el Antiguo Testamento. ¿Cómo hay que interpretarla? ¿Yavé hablaba con cada uno de los personajes, como una persona habla con otra? Parece ser que no.
¿Que sucedía entonces? Entramos en el "tema de la Inspiración". Todos los libros de la Sagrada Escritura tienen a Dios como autor principal y a un ser humano como autor secundario. Dios, como autor principal, "inspira", es decir, da a conocer al autor secundario lo que concierne a su designio sobre el hombre. En este punto no cabe error, Dios es siempre el mismo y no se equivoca. El autor secundario, al poner por escrito lo que Dios le ha inspirado se vale de sus luces, estilos y conocimientos humanos. Así se puede comprender el estilo directo de “Y dijo Yavé”.

2.- Los tiempos de la revelación
Dios podía haber revelado todo su designio desde el principio; pero, no lo hizo, sino que quiso adaptarse al nivel comprensivo del hombre en cada momento de su historia. Así Dios revela al hombre su designio de forma gradual y progresiva. Es la pedagogía de Dios, quien, igual que los buenos maestros, dosifica el mensaje y se adapta a las condiciones intelectuales de los hombres.
La Sagrada Escritura habla a cada hombre en su vida concreta e ilumina su camino. Dios en la Sagrada Escritura se da a conocer Él mismo y su designio para que el hombre entre en comunión con Él. No se trata de una lectura fría, intelectual e impersonal, sino de una actitud de escucha en una comunión de persona a persona.
En el principio creó Dios el cielo y la tierra..“ (Gen, 1,21). El acto creador de Dios marca el inicio absoluto del tiempo, y Dios va a desarrollar en el tiempo su designio amoroso hacia el hombre. La historia sagrada está jalonada por acontecimientos, que son como etapas del designio divino, y que están orientados a un fin, en el que el tiempo de espera alcanzará su término y su plenitud.
Todo el Pentateuco tiene la finalidad, exclusivamente religiosa, de asentar las bases del monoteísmo, elección del pueblo de Israel, como pueblo de Dios, y hacer de Israel el instrumento a través del cual llegue a las naciones el designio divino de salvación, desde su comienzo hasta la plena manifestación en Jesús.
Hay mucho recorrido desde Adán a Jesucristo. Con Jesús llegó el fin hacia el que estaban orientados los tiempos preparatorios del Antiguo Testamento. “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo” (Gal 4,4)
El nacimiento de Jesús corona la esperanza milenaria del pueblo judío, centrada en la expectativa del Mesías, Hijo de David. Un camino plagado de manifestaciones – más o menos claras – de Dios: La creación, los primeros seres humanos, los patriarcas, los jueces, los reyes, los profetas y, finalmente, Jesucristo, el enviado del Padre, su completa y perfecta revelación.

3.- La importancia de los profetas
Los profetas son el instrumento de Dios para transmitir su “designio de salvación” que, sin ellos, no se puede entender. Los profetas, cada uno en su tiempo, son el eslabón entre Dios y su pueblo.

4.- Las cuatro conductas
En el designio de Dios sobre el hombre en el Antiguo Testamento se perciben cuatro conductas.
Primera: Fidelidad del pueblo a Yavé.
Segunda: Infidelidad del pueblo a Yavé.
Tercera: Por la infidelidad de Israel, aparece la cólera de Yavé, que los entrega en manos de sus enemigos (Jue 2,14, 20.21; 3,8; 4,2; 10,7).
Cuarta: Arrepentimiento de Israel y petición de auxilio a Yavé.  
Este ciclo en cuatro tiempos se describe maravillosamente en Nehemías  9,28: "En cuanto se quedaban en paz, volvían a hacer lo malo ante tus ojos, y tú los abandonabas en manos de sus enemigos, que los oprimían; ellos volvían a invocarte y tú los oías. ¡Cuántas veces los salvaste por tu misericordia!"
La constante repetición del ciclo muestra tanto la inconstancia en la fidelidad y en el arrepentimiento de Israel, como la constancia del amor y la misericordia de Yavé que perdona, una y otra vez, fiel a su designio de salvación, manifestado en las promesas hechas a los antepasados de Israel.

5.- La unidad de la Sagrada escritura
Ya lo decía san Agustin: Novum in Vetere latet et in Novo Vetus patet”. (El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, y en el Nuevo se manifiesta el Antiguo). Por muy diferentes que sean los libros que la componen, la Biblia es una en razón de la unidad de su autor principal y del designio de Dios sobre el hombre. No cabe en ella ningún error referido al designio de Dios; en cuanto a las palabras que los autores han empleado para manifestarlo, es natural que los haya porque cada autor secundario usó sus luces y conocimientos que, por supuesto eran limitados. 


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