Comienzo
un ciclo titulado “De
Adán a Jesucristo” al
que voy a dedicar una serie de capítulos para abordar “el
designio amoroso de Dios sobre el hombre”,que se manifiesta
transversalmente en todos los libros de las Sagradas
Escrituras: "Dios quiere que todos
los hombres se salven" (1Tim 2,4)
Antes,
quiero hacer notar varias cuestiones que
contribuyan a descubrir y comprender el designio de Dios.
1.-“Y
dijo Yavé...” o “Y habló Yavé”.
Muchísimas
son las veces que aparece esta frase en el Antiguo Testamento. ¿Cómo
hay que interpretarla? ¿Yavé hablaba con cada uno de los
personajes, como una persona habla con otra? Parece ser que no.
¿Que
sucedía entonces? Entramos en el "tema de la Inspiración".
Todos los libros de la Sagrada Escritura tienen a Dios como autor
principal y a un ser humano como autor secundario. Dios, como autor
principal, "inspira", es decir, da a conocer al autor secundario lo
que concierne a su designio sobre el hombre. En este punto no cabe
error, Dios es siempre el mismo y no se equivoca. El autor
secundario, al poner por escrito lo que Dios le ha inspirado se vale
de sus luces, estilos y conocimientos humanos. Así se puede
comprender el estilo directo de “Y dijo Yavé”.
2.-
Los tiempos de la revelación
Dios
podía haber revelado todo su designio desde el principio; pero, no
lo hizo, sino que quiso adaptarse al nivel comprensivo del hombre en
cada momento de su historia. Así Dios revela al hombre su
designio de forma gradual y progresiva. Es
la pedagogía de Dios, quien, igual que los buenos maestros, dosifica
el mensaje y se adapta a las condiciones intelectuales de los
hombres.
La
Sagrada Escritura habla a cada hombre en su vida concreta e ilumina
su camino. Dios en la Sagrada Escritura se da a conocer Él mismo y
su designio para que el hombre entre en comunión con Él. No se
trata de una lectura fría, intelectual e impersonal, sino de una
actitud de escucha en una comunión de persona a persona.
“En
el principio creó Dios el cielo y la tierra..“ (Gen,
1,21). El acto creador de Dios marca el inicio absoluto del tiempo, y
Dios va a desarrollar en el tiempo su designio amoroso hacia el
hombre. La historia sagrada está jalonada por acontecimientos, que
son como etapas del designio divino, y que están orientados a un
fin, en el que el tiempo de espera alcanzará su término y su
plenitud.
Todo
el Pentateuco tiene la finalidad, exclusivamente religiosa, de
asentar las bases del monoteísmo, elección del pueblo de Israel,
como pueblo de Dios, y hacer de Israel el instrumento a través del
cual llegue a las naciones el designio
divino de salvación, desde su comienzo hasta la plena
manifestación en Jesús.
Hay
mucho recorrido desde Adán a Jesucristo. Con Jesús llegó el fin
hacia el que estaban orientados los tiempos preparatorios del Antiguo
Testamento. “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió
Dios a su Hijo” (Gal 4,4)
El
nacimiento de Jesús corona la esperanza milenaria del pueblo judío,
centrada en la expectativa del Mesías, Hijo de David. Un camino
plagado de manifestaciones – más o menos claras – de Dios: La
creación, los primeros seres humanos, los patriarcas, los jueces,
los reyes, los profetas y, finalmente, Jesucristo, el enviado del
Padre, su completa y perfecta revelación.
3.-
La importancia de los profetas
Los
profetas son el instrumento de Dios para transmitir su “designio de
salvación” que, sin ellos, no se puede entender. Los profetas,
cada uno en su tiempo, son el eslabón entre Dios y su pueblo.
Remito
a mis anteriores trabajos: La
misión de los profetas. Profetas
mayores del Antiguo Testamento. Profetas
menores del Antiguo Testamento.
4.-
Las cuatro conductas
En
el designio de Dios sobre el hombre en el Antiguo Testamento se
perciben cuatro conductas.
Primera: Fidelidad
del pueblo a Yavé.
Segunda: Infidelidad
del pueblo a Yavé.
Tercera: Por
la infidelidad de Israel, aparece la cólera de Yavé, que los
entrega en manos de sus enemigos (Jue 2,14, 20.21; 3,8; 4,2; 10,7).
Cuarta: Arrepentimiento
de Israel y petición de auxilio a Yavé.
Este
ciclo en cuatro tiempos se describe maravillosamente en Nehemías
9,28: "En cuanto se quedaban en paz, volvían a hacer lo
malo ante tus ojos, y tú los abandonabas en manos de sus enemigos,
que los oprimían; ellos volvían a invocarte y tú los oías.
¡Cuántas veces los salvaste por tu misericordia!"
La
constante repetición del ciclo muestra tanto la inconstancia en la
fidelidad y en el arrepentimiento de Israel, como la constancia del
amor y la misericordia de Yavé que perdona, una y otra vez, fiel a
su designio de salvación, manifestado en las promesas hechas a los
antepasados de Israel.
5.- La
unidad de la Sagrada escritura
Ya
lo decía san Agustin: “Novum
in Vetere latet et in Novo Vetus patet”. (El
Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, y en el Nuevo se
manifiesta el Antiguo). Por
muy diferentes que sean los libros que la componen, la Biblia es una
en razón de la unidad de su autor
principal y
del designio de Dios sobre el hombre. No cabe en ella ningún error
referido al designio de Dios; en cuanto a las palabras que los
autores han empleado para manifestarlo, es natural que los haya
porque cada autor secundario usó sus luces y conocimientos que, por
supuesto eran limitados.
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