miércoles, 28 de diciembre de 2011

31.- BUSCAD EL REINO DE DIOS


“Buscad, primero, el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33).

La oración de Jesús, el Padrenuestro, es clara. Enseña a centrar la oración no en nosotros mismos sino en el Padre; no en nuestros deseos e intereses, sino en la voluntad del Padre.



La oración de Jesús es una oración centrada en el Padre y en que los hombres hagamos la voluntad del Padre. No interesa tanto que digamos ¡Señor, Señor!, sino que hagamos su voluntad.
Así debe ser nuestra oración, centrada en el Padre, glorificando su nombre y pidiendo, con el corazón y con las obras, que venga su Reino a nuestra sociedad y se haga su voluntad.
La oración así entendida es un abrir el alma, con amor, al Padre y una promesa de trabajar  y poner todos los medios a nuestro alcance para que venga su Reino.
¡Qué bien nos sentimos los seres humanos cuando abrimos el alma a un ser querido y le contamos nuestras inquietudes, proyectos, ilusiones, zozobras y penas!  ¡Qué bien nos sienta y cómo agradecemos el consejo del amigo!  
En la oración, Dios es nuestro amigo del alma. Con la oración, profundizamos, enraizamos y acrecentamos esta amistad. Recuerdo aquellos versos de Santa Teresa de Jesús, que dicen:
“Nada te turbe, nada te espante; quien a Dios tiene, nada le falta; sólo Dios basta”. 
Por desgracia, nuestras oraciones suelen estar  centradas en pedir cosas a Dios, a  Jesús, a la Virgen María o a los santos. Casi siempre pedir; casi  nunca  dar  gracias  y,  menos  todavía, alabar a Dios. Tal vez sea por falta de aprendizaje, pero es una realidad.
Mejor sería ocuparnos de las cosas del Reino de Dios y dejar que Él se ocupe de las nuestras, porque Él sabe mejor que nosotros lo que verdaderamente necesitamos. Él, como buen Padre, nos dará siempre lo que sea mejor para nosotros en cada instante.
Las cosas tienen la importancia que cada cual les da. Es normal que las cosas que atañen a nosotros mismos, parezcan las más importantes, aunque no lo sean objetivamente.
Hemos de aprender a olvidarnos de nosotros, de nuestros achaques y dolores; no son los más grandes, aunque lo parezcan; esto no es una actitud de conformismo por aquello de “mal de muchos....”sino que es una actitud positiva de enfrentar la realidad.
El conformismo produce preocupación porque no sana la raíz del mal. La actitud positiva procura remediar el mal en lo posible y, además, se acoge a la realidad de la bondad de Dios Padre, en cuyas manos todos estamos.
Los creyentes  en Cristo Jesús hemos de procurar poner nuestras cosas en las manos de Dios; Él sabe lo que nos conviene y lo que necesitamos. Sabemos que Él cuida de nosotros, entonces, ¿por qué andamos tan preocupados por las cosas materiales?
La preocupación es malsana, corroe el espíritu y disminuye las fuerzas para seguir trabajando.
Dios no nos quiere preocupados, sino ocupados
Ocupados en hacer el bien, en obrar con honradez y rectitud de conciencia, en ser testigos de esperanza y transmisores de su bondad. Eso es buscar el Reino de Dios, trabajar en su implantación en las estructuras de la sociedad y vivir confiados en el amor que nos tiene el Padre de toda bondad.

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