lunes, 26 de diciembre de 2011

30.- SOY CATÓLICO, PERO NO PRACTICO

Catolicismo de conveniencia
Para comprender el catolicismo español hemos de remontarnos a mediados del pasado siglo y considerar que el régimen en el poder político de entonces, que se perpetuó, durante cuarenta años, hasta la llegada de la democracia en 1978, impuso el nacional catolicismo, es decir, la Religión Católica como la religión oficial del Estado.
El apoyo mutuo entre el Estado y la Jerarquía llevó a la confusión de los límites entre lo estatal y lo eclesial, todo parecía lo mismo, aunque, si se profundizaba un poco, se descubría otra realidad muy distinta: No todos los que presumían de católicos en los actos públicos, lo eran en su vida privada
Surgió así un catolicismo de conveniencia, de apariencia, de trampolín para escalar puestos en la escala social. Ser católico estaba muy bien visto, y muchos, sin serlo, lo aparentaban.
El pueblo llano vivió la misma coyuntura. Unos vivían un cristianismo pletórico, que llenaba todas las esferas de la vida, sin apenas distinción entre lo público y lo privado. Otros distinguían muy finamente ambos campos y, aparentando un catolicismo no sentido, lo asumían en la esfera pública por imposición social, mientras que en la privada se manifestaban no creyentes. En España se vivió durante muchos años un catolicismo sociológico, exento de convicciones.

El cambio de mentalidad
Empezó a operarse con la llegada del Concilio Vaticano II, que declaró solemnemente que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa, que consiste en que, en materia religiosa, no se puede obligar a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le puede impedir que actúe conforme a ella, en privado y en público. La llegada a España de la democracia trajo la separación entre el Estado y la Iglesia y que el catolicismo dejase de ser la religión oficial del Estado, el cual se declaró aconfesional.
La separación entre la Iglesia y el Estado trajo consigo la separación de las altas esferas de ambos. Ser creyente no era ninguna ventaja para ocupar puestos relevantes, más bien al contrario, los puestos altos del Estado fueron ocupados por agnósticos, por ateos o no creyentes, en general.

El catolicismo español en la actualidad
Es difícil encuadrarlo, pero hay unas realidades que podemos constatar: Gran cantidad de padres piden para sus hijos la enseñanza de la Religión; las iglesias, los domingos y fiestas, están bastante llenas, aunque abundan las personas mayores y escasean los jóvenes, quienes, por otra parte, acuden en masa a algunos hechos relevantes, como las concentraciones con el Papa. Hay aquí un evidente contrasentido.
El catolicismo español, después de años de democracia, no ha superado en profundidad la herencia anterior. Muchas personas mayores de cuarenta años permanecen en el catolicismo sociológico de antaño, ahora, libres de toda presión, conservan un catolicismo raquítico de cuatro días en toda la vida: el del bautizo, la Primera comunión, la boda y el funeral. Otros amplían su práctica religiosa a determinadas fiestas patronales o de la Iglesia, pero sin compromiso ni influencia de su fe en la vida ordinaria.
Por otra parte, la aconfesionalidad del Estado ha favorecido la aparición de numerosos grupos de católicos con una convicción real de la fe, los cuales, con gran interés e ilusión, trabajan por la extensión del Reino de Dios. Estos son los llamados a ser la sal y la levadura de la otra parte de la sociedad, la que se ha enfriado o perdido la fe.

La fe y su profesión  en  la familia
Nadie tiene en sus manos un aparato que mida la fe. Sólo Dios conoce la fe de cada uno. Lo que sí sabemos es que la fe verdadera comprende todas las esferas de la personalidad, que empapa todo el ser y todo él se muestra como creyente.
Esto no concuerda con el catolicismo raquítico e hipócrita que ha causado el abandono de las prácticas religiosas de muchos jóvenes. La incoherencia se hace muy patente cuando se produce en el seno de las familias. El ejemplo de los padres es la semilla plantada en el corazón de los hijos.


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