La existencia de múltiples y diversas religiones en la tierra manifiesta que el hombre tiene necesidad de Dios. El ser humano busca alguien que sea la respuesta a sus interrogantes íntimos a los que la ciencia no sabe contestar.
La
búsqueda de Dios es una honda experiencia de la humanidad sobre
la que es preciso reflexionar para acogerla y valorarla.
Se
oye con frecuencia: Para dar sentido a mi vida no necesito a Dios.
Esta es la salida de los irresponsables, de los que no reflexionan
nunca sobre las grandes cuestiones que afectan al ser humano y,
también, la de aquellos que, henchidos de sí mismos, se creen en
posesión de la verdad y rechazan todo lo que les contradice o,
simplemente, todo lo que no entienden
Detrás
de esta expresión se descubre el “querer ser como Dios,
prescindiendo de Dios”. La soberbia humana sigue causando
grandes estragos, obnubilando las mentes y endureciendo los
corazones.
La
búsqueda de la luz como vía para llegar a Dios concluye en la
experiencia de fe, que afecta al sentido profundo de la vida
personal.
¿Razonamientos
teóricos o experiencias vivas?
A
Dios no se le encuentra en los razonamientos teóricos. La respuesta
al que busca la luz o busca a Dios es la experiencia de la fe. Ya lo
dijo Pablo VI: “En el fondo, ¿hay otra forma de comunicar el
evangelio que no sea comunicar a otro la propia experiencia de fe?”
(EN 46)
La
Biblia no es un tratado sobre Dios, sino una profunda experiencia de
fe. No invita sólo a hablar de Dios, sino a escucharle, proclamar su
gloria y acoger su acción. Tener fe es creer que Dios interviene en
la historia humana.
En
la Biblia hay una experiencia central: “Dios habla de muchas
maneras”. En cualquier situación humana personal,
social o eclesial, podemos reconocer la voz de Dios, Dios habla, Dios
actúa.
La
experiencia de Dios se construye con la experiencia de Cristo: Con
vosotros está. Él es la piedra angular, (Sal 118, 22). “Nadie
puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesucristo” (I
Cor 3, 11). “Sólo Cristo es la clave definitiva del
misterio humano”, (Vat II, GS 22)
La
experiencia de la evangelización de Jesús
¿Cómo evangelizó Jesús?
Anunció
la cercanía de Dios: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de
Dios está cerca” (Mc 1, 15)
Sembró
la palabra de Dios: “Salió un sembrador a sembrar...”
(Mt 13, 3)
La experiencia de la evangelización de la Iglesia
La Iglesia continúa la misión de Jesús, anunciando una palabra viva y eficaz (Heb 4, 12), no de hombre, sino de Dios que permanece operante en medio de nosotros. La experiencia de fe es la experiencia de la Palabra de Dios en los acontecimientos humanos, que ilumina y convierte en camino de Dios.
La experiencia de fe madura poco a poco, por fases o etapas. Es como la semilla que se siembra, que prende, que crece y que da fruto.
La
fe inicial es fruto de la acción evangelizadora de la comunidad
cristiana (evangelización primera). La fe madura es fruto de la
acción catequética que desarrolla y perfecciona la fe inicial
(proceso catecumenal).
En
nuestro contexto social y religioso son muchos los bautizados y pocos
los evangelizados. Decía Pablo VI en EN 44 y lo repite Juan Pablo II
en CT 44: “Las condiciones actuales hacen cada día más urgente
la enseñanza catequética bajo la modalidad de catecumenado para un
gran número de jóvenes y adultos que, tocados por la gracia,
descubren poco a poco la figura de Jesús y sienten la necesidad de
entregarse a Él”.
En
un asunto tan vital como es la fe, la experiencia personal es
insustituíble. “Examinaos a vosotros mismos a ver si estáis en
la fe. Probaos a vosotros mismos, ¿reconocéis que Jesucristo está
en vosotros? (II Cor 13, 5)
Cada
uno tome conciencia: De su búsqueda de Dios; de su nivel religioso;
de su planteamiento de la fe como experiencia y de su grado de
comunicación de la propia experiencia de fe.
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