En
la década de los sesenta la Iglesia Católica celebró el Concilio
Vaticano II con la finalidad de poner de manifiesto el verdadero
rostro de la Iglesia de Cristo. A su finalización, un aire renovador
invadió todos los estamentos eclesiales y el optimismo prendió en
gran parte de los obispos, teólogos y pueblo de Dios.
Pero,
no pasó mucho tiempo en aparecer la decepción en muchos viendo la
ralentización e incluso la marcha atrás en muchas de las ideas
proclamadas por el Concilio.
América
Latina vivía, en aquellos tiempos, un resurgir económico potenciado
y favorecido por los EEUU mediante la invasión de sus empresas
multinacionales y su modelo económico, que fue la causa principal de
la concentración del capital en manos de unos pocos, dejando a la
mayoría de excluidos en el desempleo y provocando una emigración
masiva.
El
modelo económico del capitalismo más despiadado explotó los
recursos naturales de los diversos países y creó enormes
latifundios, todo ello favorecido por las dictaduras militares en el
poder o regímenes autoritarios que, bajo el pretexto de seguridad
nacional y defensa de la amenaza comunista, sostenían una fuerte
militarización, cometían los crímenes más horrorosos y daban
cobijo en las esferas gubernamentales a personas corruptas que sólo
buscaban su propio enriquecimiento, y lo peor es que lo lograban
impunemente.
Nacimiento de laTeología de la Liberación (TL)
El Concilio Vaticano II propició primero un gran impulso y después una gran decepción. En América Latina, un grupo de jóvenes teólogos, que llevaban tiempo trabajando con los pobres, oprimidos y marginados de sus países, observaron que la forma de actuar de la Iglesia era de espaldas a la realidad y pusieron en marcha otra forma de vivir el mensaje del Evangelio.
Se
solidarizaron con el pueblo, con sus necesidades y luchas, en medio
de la gran pobreza en que todos estaban inmersos. Verdaderas puntas
de lanza de la teología, estos intrépidos teólogos crearon un
nuevo concepto de Iglesia de los Pobres, con un mensaje vivo y
adaptado a la realidad hiriente.
Teólogos
más importantes de la TL
Muy brevemente, destaco los nombres más relevantes:
Muy brevemente, destaco los nombres más relevantes:
Gustavo
Gutiérrez, sacerdote peruano, considerado
como el padre de la TL. Fue llamado al orden por la Curia Romana. Sus escritos han sido traducidos a más de quince idiomas y
sintetizan las ideas de la TL.
Leonardo
Boff, nacido en Brasil, se hizo fraile
franciscano y se doctoró en Teología en la Universidad de Munich,
bajo la dirección del gran teólogo alemán K. Rahner. En 1985, la
Curia romana le impuso el “silencio obsequioso”, es decir, la
prohibición de enseñar teología y de publicar nada; además, debía
salir del país y encerrarse en un convento de Filipinas o Corea.
Acató
la censura hasta 1992. “No dejaré la
Iglesia, sino una función dentro de ella”,
dijo, y abandonó el estado clerical y, ya laico, sigue como teólogo
y escritor, ostenta la cátedra de Ética y Filosofía de la Religión
en la Universidad de Río de Janeiro y da múltiples conferencias por
las universidades y colegios de todo el mundo.
Ignacio
Ellacuría, jesuita nacido en España en
1930, afincado en El Salvador donde era rector de la Universidad
Centroamericana (UCA). Participó activamente, como mediador, en el
conflicto guerrillero del país. Expuso sin temor sus ideas y recibió
por ello múltiples amenazas. Sus escritos, sus críticas y su
pertenencia a la TL le condujeron a ser asesinado, junto a otros
compañeros, en el recinto de la Universidad, el 19 de noviembre de
1989.
Jon
Sobrino, vasco y salvadoreño de adopción,
compañero de Ellacuría, es uno de los teólogos más brillantes de
América Latina. Pertenece a la segunda generación de teólogos de
la TL.
Tres
grandes Obispos apoyaron el movimiento de la TL:
Oscar Arnulfo Romero, Dom Helder Cámara y Pedro Casaldáliga. Como cordial homenaje de simpatía y solidaridad, quiero recordar sus figuras con sendos artículos.
Oscar Arnulfo Romero, Dom Helder Cámara y Pedro Casaldáliga. Como cordial homenaje de simpatía y solidaridad, quiero recordar sus figuras con sendos artículos.
La Teología antes y después del Concilio Vaticano II
La
Teología, antes del concilio Vaticano II, era una ciencia
inofensiva, que trataba de cosas que poco o nada interesaban a la
generalidad de las personas, pero tras el conhcilio con la aparición
de la TL desaparece la imagen
apacible, regresiva y timorata y se convierte en un huracán que
sopla con fuerza y velocidad inusitadas, que remueve las conciencias
y urge a optar por los pobres en la cotidianidad de la vida. La
Teología vuelve a interesar porque ahora habla de lo que importa
a la gente y busca la solución de sus problemas. La Teología de la
Liberación es una reflexión sobre la praxis histórica en América
Latina, confrontándola con la Palabra de Dios.
Sobrepasa
los límites de esta reflexión detallar todos los entresijos de la
TL.
Sólo
quiero destacar dos puntos.
Primero:
La TL analiza científicamente la situación real de las personas en
América Latina y descubre que hay estructuras económicas de
dominio, las cuales son responsables, en su mayor parte, del
subdesarrollo y la pobreza de gran parte de la población porque unos
pocos se reparten entre ellos toda la tarta.
El
primer mundo, el de los ricos y poderosos es el responsable de la
pobreza en que viven los pobres del tercer mundo, porque ha creado
unas estructuras económicas que imposibilitan la participación de
todos en la riqueza producida. Esas estructuras están pensadas y
llevadas a la práctica por los poderosos para su propio y exclusivo
beneficio.
Es
verdad que, en última instancia, la responsabilidad de los actos
humanos es de las personas. Las faltas y delitos, si los hubiere, los
cometen las personas, pero cuando se unen libremente las voluntades
discriminadoras de los poderosos se conforma una estructura injusta
que, en sí misma, es una estructura de pecado.
No
se pueden pedir responsabilidades a las estructuras injustas, sino a
los que las establecen y mantienen. En América Latina se mantenía
una estructura colonial y, con la invasión de las multinacionales,
se legitimó la política desarrollista, lo que trajo gravísimas
consecuencias para las mayorías populares. Su situación de pobreza
no es producto de la casualidad, ni de la voluntad divina, sino una
consecuencia de la configuración social. La TL critica por ello a
las instituciones que permiten la injusticia y la pobreza y busca un
orden distinto en lo objetivo y en la subjetivo para lograr una vida
verdaderamente humana.
Segundo:
¿Tiene la Iglesia, en su jerarquía y organización, alguna
responsabilidad en el establecimiento y mantenimiento de esas
estructuras injustas? La religión católica se planteó, de hecho,
como un instrumento de dominación en la conquista española. Al
indio se le sometía con la cruz y con la espada, quedando siempre
bajo el mando del amo o del sacerdote. La tarea evangelizadora fue un
instrumento de sometimiento y de adoctrinamiento de los indios.
Los
pobres de América Latina se preguntan sobre la vida mejor que
anuncia el Evangelio y cuestionan que la Iglesia participe en el
orden que les oprime.
El
26 de marzo de 1967, Pablo VI promulgó la encíclica Populorum
Progressio que plantea “la necesidad de promover el desarrollo
de los pueblos”. La misma encíclica reconoce que la
situación de marginalidad y desigualdad es injusta. Propone como
meta del progreso que todos logren el bienestar del primer mundo.
Subraya la necesidad de la solidaridad entre los hombres y los
pueblos y pide la constitución de un fondo mundial de solidaridad.
La
TL es más contundente que la encíclica papal.
El progreso no está en asumir la doctrina del capitalismo, el cual no es el reino de Dios prometido, sino la extensión de la pobreza para la mayoría y la acumulación de la riqueza en unas pocas manos. No basta con denunciar las injusticias de las estructuras del capitalismo, hay que hacer todo lo posible para cambiarlas.
La labor de la Iglesia es imprescindible para fomentar la toma de conciencia de los ciudadanos. La Iglesia hace permanentes llamadas a la justicia, la solidaridad y la caridad. Esto está bien; pero, (a Dios rogando y con el mazo dando) la palabras sólo serán creíbles cuando vayan seguidas de las obras, cuando la Iglesia y sus estructuras se bajen del carro de los ricos y poderosos y se calcen las humildes alpargatas de los pobres.
El progreso no está en asumir la doctrina del capitalismo, el cual no es el reino de Dios prometido, sino la extensión de la pobreza para la mayoría y la acumulación de la riqueza en unas pocas manos. No basta con denunciar las injusticias de las estructuras del capitalismo, hay que hacer todo lo posible para cambiarlas.
La labor de la Iglesia es imprescindible para fomentar la toma de conciencia de los ciudadanos. La Iglesia hace permanentes llamadas a la justicia, la solidaridad y la caridad. Esto está bien; pero, (a Dios rogando y con el mazo dando) la palabras sólo serán creíbles cuando vayan seguidas de las obras, cuando la Iglesia y sus estructuras se bajen del carro de los ricos y poderosos y se calcen las humildes alpargatas de los pobres.
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