miércoles, 20 de marzo de 2013

72.- EL PAPA FRANCISCO

 Jorge Mario Bergoglio, jesuita argentino de 76 años, se ha convertido en el  Papa 266 de la Iglesia católica y el primero de América Latina, y se ha puesto el nombre de Francisco. 
Nació el 17 de diciembre de 1936 en el seno de una familia modesta de la capital argentina; Mario, el padre de Jorge, fue empleado ferroviario y  en una fabrica textil; su madre, Regina, fue ama de casa.  

Jorge Mario asistió a la escuela pública, adquiriendo el título de técnico químico; a los 22 años ingresó en la Compañía de Jesús, donde obtuvo una Licenciatura en Filosofía y, tras estudiar Teología, fue ordenado sacerdote en 1969. 
El 31 de julio de 1973, a los 37 años fue designado superior “Provincial” (responsable nacional) de los jesuitas argentinos, cargo que desempeñó durante seis años.En marzo de 1986, se trasladó a Friburgo (Alemania) y obtuvo el grado de Doctor en Filosofía. 
Volvió a la actividad pastoral como simple sacerdote en la ciudad de Mendoza (1.100 km al oeste de Buenos Aires). En mayo de 1992, Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires; el 13 de junio de 1997 fue nombrado arzobispo coauditor de Buenos Aires y arzobispo el 28 de febrero de 1998
En febrero de 2001, se convirtió en el primer jesuita primado de Argentina vistiendo la púrpura de cardenal.

¿Cómo era el Cardenal Bergoglio?
Así le recuerdan los vecinos de Flores, el barrio del centro-oeste de la capital argentina donde Jorge Mario nació y vivió. 
Osvaldo Dapueto, de 68 años, uno de sus amigos de la niñez dice: 
"Éramos muy buenos vecinos. Era un chico muy estudioso. A veces compartía algo de tiempo con nosotros, pero se dedicó siempre a estudiar mucho, no era un vago como nosotros". “No se llega a Papa siendo revoltoso. Pero es un Papa de barrio, el Papa de Flores", "un hombre de una lucidez extraordinaria y de una capacidad increíble, con un altísimo vuelo intelectual”
Marta, otra vecina de la infancia, coincide en recordar que el pequeño Jorge "no era de estar tanto en la calle jugando", como los otros chicos del barrio, "sino más bien más estudioso”
El domingo, 17 de marzo, iba a celebrar misa para las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia en el colegio, a una cuadra de su casa natal, donde hizo el jardín de infancia y tomó la primera comunión. No ha podido ir. 

¿Qué dicen de él las Hermanas?: 
“Cuando murió la hermana Dolores, que era la maestra que lo había preparado para la primera comunión, estuvo toda la noche arrodillado en oración en la capilla, al lado de ella", aseguró la hermana Marta.
“Es sencillo. Siempre viene en ómnibus. El siempre fue así, una persona muy sencilla", atestigua la hermana Teresa, si se toma un té con ellas, luego hasta lava él mismo la taza. Se le podía ver celebrando Misa con cartoneros (personas que buscan metales, botellas y cartones en la basura para revenderlos).
El arzobispo de Buenos Aires llegó a Roma viajando en clase económica, con los zapatos que le había regalado la viuda de un sindicalista. Pese a su meteórica carrera en la jerarquía católica, sigue siendo un "hombre muy sencillo”
Su rutina comienza a las cuatro y media de la mañana, tres horas de meditación y a las siete comienza a recibir a la gente, a las doce y media toma un almuerzo rápido y termina la jornada a las 21 horas. Bergoglio suele comer y cenar a solas en las curia. Casi nunca se va de vacaciones, sólo viaja cuando es estrictamente necesario acudir a Roma. 
Es el adalid de la lucha contra la pobreza en los barrios más míseros de Buenos Aires. Es un jesuita recto, dialogante, sencillo, gran lector, amante de la ópera y socio del club de fútbol San Lorenzo. 
Sumamente austero, se desplaza en metro o bus por Buenos Aires y no le gusta que le llamen “eminencia”. Cuando le preguntan cómo han de llamarle, contesta: padre Bergoglio. 

Perfil de Papa Francisco 
Es un hombre tímido y de pocas palabras que goza de un gran prestigio entre sus seguidores, que aprecian su total disponibilidad y su forma de vida, alejada de toda ostentación. Goza de prestigio por sus dotes intelectuales y dentro del Episcopado argentino es considerado un moderado, a mitad de camino entre los prelados más conservadores y la minoría progresista. Destaca  por su “sencillez, humildad y cercanía": Sorprendió al mundo entero la noche de su presentación, desde el balcón de la Basílica de San Pedro: vestido sólo con sotana blanca, no llevaba la estola con bordados de oro, ni la esclavina roja, ni los zapatos rojos, ni colgaba de su pecho la cruz de oro sino la cruz de plata, que tenía cuando salió de Buenos Aires.      Instó a los 1.200 millones de católicos del mundo a emprender un camino de fraternidad, de amor y de “evangelización” y rindió tributo a Benedicto XVI, que renunció al cargo el pasado 28 de febrero, en un gesto sin precedentes en siete siglos. Desde el mismo balcón, ante los miles de personas que le miraban, tuvo el gesto humilde de inclinarse y pedir oraciones por él: “Hagamos en silencio esta oración, ustedes y yo”. Y se despidió como si se tratase de un grupo de amigos: “buenas noches y buen reposo”.
Según el padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, el Papa Francisco  después de haber sido elegido, cuando los demás cardenales le saludaron y  prometieron obediencia, Francisco no se sentó en el sitial y ellos no se arrodillaron, como es la costumbre, sino que se quedó de pie igual que los demás. 
Para volver a la Residencia Santa Marta en la que se hospedaban todos los cardenales electores, Francisco lo hizo en autobús con los demás y no usó el automóvil oficial especialmente destinado a él. Cenó con todos y hasta les hizo reír, al decirles: “Que Dios los perdone por lo que hicieron”.
Había dicho que iría a rezarle a la Virgen. Al día siguiente a las 8.05 de la mañana llegaba a la basílica de Santa María la Mayor y la sorpresa fue mayúscula, pues llevaba un séquito pequeño, viajaba en un auto común de la guardia vaticana y no entró por la puerta principal sino por la lateral. 
Cuando los guardias intentaron cerrar las puertas para que los fieles no incomodaran al pontífice, Francisco les dijo que no era necesario y saludó a cuantos se le acercaron: sacerdotes, fieles, personal de la iglesia, periodistas y unos escolares que pasaban. 
El colmo de la sencillez fue cuando, ya de vuelta, quiso acercarse a la Casa Internacional del Clero, donde se había hospedado antes de que comenzara el cónclave, se bajó del coche y, entrando, recogió sus cosas y pagó la factura.
¡¡Todo un ejemplo!!  ¡¡Despunta una aurora de esperanza!!


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