Los
núcleos decisivos que fundamentan la propuesta de salvación en Jesús los
podemos reducir a cinco:
1.- El Cristianismo es la religión
que revela a Dios como “Amor”.
El Padre
ama al Hijo. “El Padre ama al Hijo y
ha puesto en sus manos tosas las cosas” (Jn 3, 35)
Y el
Hijo ama al Padre. “Conviene que el mundo conozca que yo amo al Padre” (Jn
14, 31)
Dios
establece morada de amor en los que le aman. “Si alguno me ama, guardará mi
palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada” (Jn 14,
23)
El amor
es el máximo mandamiento. “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?
Jesús contestó: El primero es:... Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El
segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12, 28-31)
El amor
es el origen de la redención en Cristo. “Vivid en caridad, como Cristo nos
amó y se entregó por nosotros en oblación y sacrificio a Dios en olor suave”
(Ef 5, 2).
2.- La
conciencia filial y mesiánica del Jesús prepascual
Jesús
tenía conciencia humana de su relación filial con el Padre y de ser el Mesías
enviado por el Padre para la salvación de la humanidad. Es un dato histórico
seguro, ampliamente corroborado en el Nuevo Testamento.
3.- La pasión, muerte y
resurrección de Jesús como realidad salvífica universal.
Este
acontecimiento es la roca firme que sostiene la fe cristiana, y la identifica,
distinguiéndola de otras religiones.
La
inmortalidad del alma y la resurrección personal son el horizonte cristiano,
frente a la doctrina de la reencarnación de las religiones orientales.
4.- La experiencia del hombre de
su filiación divina.
El hombre descubre en el cristianismo su verdadera vocación: llegar a
ser hijo de Dios.
El Padre
quiere reintegrar a toda la humanidad en su Reino y que todos lleguemos a ser
hijos en el Hijo. Para esto le ha enviado. “Porque tanto amó Dios al mundo,
que le dio su Unigénito hijo, para que todo el que crea en Él no perezca , sino
que tenga la vida eterna” (Jn 3, 16).
Dios es
Padre de todos. “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, y orad por los
que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los
cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e
injustos” (Mt 5, 44-45)
Dios es
Padre de todos, pero especialmente de los desheredados y los pecadores (Léase
la parábola del Hijo Pródigo en Lc 15, 1-32)
La
adopción como hijos de Dios en el Hijo es un privilegio cristiano al que todos
están invitados. Esta es la fuente de la civilización cristiana del amor, de la
fraternidad radical entre todos los hombres y de su igualdad.
5.- La experiencia del encuentro con
Cristo en la comunidad eclesial.
El
cristiano nunca está solo; siempre está integrado, animado y sostenido por la
comunidad eclesial. En ella encuentra su ámbito de salvación, de alegría, de
esperanza, de solidaridad y de comunión con los hermanos.
Las sacramentos
refuerzan su maduración humana y espiritual. La comunidad eclesial es
experiencia de salvación integral: esperanza de vida eterna, existencia
realizadora de las personas y liberadora de la angustia, de la soledad, de la
desesperación y de la insignificancia.
La
salvación será completa y definitiva al final de los tiempos, pero ya se está
anticipando en la historia con realizaciones parciales, que iluminan al hombre,
le abren a la conquista de todas sus posibilidades humanas y le empujan a la
transformación de las situaciones concretas de injusticia, de no libertad, de
esclavitud, de necesidad, de pobreza, de subdesarrollo de las personas y de las
comunidades.
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