jueves, 4 de abril de 2013

81.- LA SABIDURÍA EN LOS LIBROS SAPIENCIALES




La sabiduría es una actitud de hombres y pueblos, cuyo objetivo último es encontrar soluciones y respuestas a las grandes preguntas, desafíos y misterios de la existencia.  
La adquisición constituye el arte de vivir.

A través de la sabiduría bíblica, la realidad, la experiencia y el esfuerzo humano por desentrañarlas, se convierten en lugar privilegiado de revelación divina.
Los demás libros del Antiguo Testamento se fijan en el israelita como  miembro del pueblo elegido, los libros sapienciales miran al hombre universal, al hombre a secas, más allá de los límites de un grupo social particular, más allá de las fronteras patrias y de la tierra natal.

LA SABIDURÍA EN ISRAEL
Se discuten el origen y el ambiente vital en que surge la sabiduría israelita, dando por supuesto el influjo de las grandes civilizaciones y de los pueblos limítrofes. Hay que distinguir según se hable de sabiduría popular o sabiduría culta. 
La sabiduría popular
La sabiduría israelita más antigua tiene su origen en la vida del pueblo, en los ámbitos de la familia, del clan y de la tribu, donde se acuña en forma de máximas, sentencias y refranes, todo un acervo de consejos e instrucciones de carácter práctico sobre el modo de conducirse en la más variadas situaciones de la vida diaria, en las relaciones familiares, sociales, políticas, económicas, religiosas, etc.
Este patrimonio popular, preservado y enriquecido por la tradición oral, será recogido y reelaborado por las escuelas y círculos sapienciales que le darán forma literaria. 
La sabiduría cortesana
Generalmente se asocia con el establecimiento de la monarquía la aparición en Israel de esa específica corriente cultural llamada también “sabiduría”, que encuentra su medio ambiente más adecuado en la corte. De ahí la denominación de “sabiduría cortesana”.
Aneja al palacio y al templo de Jerusalén, debió nacer alguna escuela   en la que se formaban los miembros de la familia real, junto con los jóvenes destinados a asumir responsabilidades políticas y el personal encargado de los archivos de la corte y la administración. Estas escuelas eran, además, centros donde se cultivaba la sabiduría, la reflexión sobre la naturaleza y también el modo de conducirse en la vida, tanto privada como pública. Esta sabiduría cortesana israelita tuvo en Salomón a su más notable impulsor, cultivador y mecenas. De hecho, la tradición posterior lo convertiría en el “rey sabio” por excelencia, destacando su dedicación a la sabiduría y atribuyéndole, más tarde, la mayor parte de los libros sapienciales (como a Moisés se había atribuido el Pentateuco y a David el Salterio).

Asimilación de la sabiduría
Todos los libros sapienciales son posteriores al exilio datan del período postexílico. Durante el destierro se produjo un logro muy importante. Concebir la retribución, como individual y personal y no como colectiva.  Con esto se afirma la responsabilidad individual y el destino del individuo, se exige un planteamiento más personal de los problemas de la existencia: el sentido de la vida, el sufrimiento, la muerte, la recompensa, etc., problemática que entra de lleno en la órbita de la corriente sapiencial.
El tema de la creación y todas las realidades temporales que de él dependen, es uno de los campos privilegiados de la reflexión sapiencial.
Se produce un proceso de adaptación y asimilación de la literatura sapiencial a los núcleos teológicos del yahvismo (elección, alianza, ley...). En el Eclesiástico la voz de la sabiduría se identifica con la voz de la ley, es decir, con la voz de Dios, que habla por medio de la sabiduría, lo mismo que habla por medio de  y los profetas (Eclo 24,23-34). 
No obstante, a pesar de su aproximación al espíritu tradicional de la ley y la alianza, los libros sapienciales, conservando su perfil propio, siguen traspasando las fronteras del pueblo elegido, se abren a lo universal, se hacen más humanistas y filosóficos que teológicos, más centrados en el hombre y sus problemas que en Dios.

FUENTES DE 
Frente a los profetas, portavoces de Dios, los sabios se presentan como maestros de sabiduría que se apoyan en la razón.
La experiencia ha sido siempre la fuente primordial de la sabiduría (lo mismo opina nuestro refrán castellano: “la experiencia es la madre de la ciencia”). Las colecciones de dichos y sentencias de Proverbios pueden ser consideradas como el refranero israelita. También las reflexiones del Eclesiastés provienen de la observación y la experiencia.
Tras la experiencia, la principal fuente de la sabiduría es la tradición. La sabiduría popular, nacida en el seno de la familia, del clan y de la tribu, se transmitía oralmente de padres a hijos, de generación en generación.  
También la sabiduría culta de las escuelas se transmitía, oralmente o por escrito, de maestros a discípulos.
Las colecciones de Proverbios han conocido un largo proceso de transmisión hasta cristalizar en el libro actual, son fruto del estudio y la reflexión personal realizados individualmente o en grupo.
Los sabios eran personas que vivían y enseñaban normas de conducta para bien vivir, y se cuestionaban sobre los problemas inherentes a la vida del hombre. En la corte eran los sabios quienes aconsejaban sobre el buen gobierno. Después del destierro, cuando desaparecieron los profetas, la dirección espiritual del pueblo corrió a a cargo de estos sabios. 
Los sabios de Israel se beneficiaron de la situación geográfica de Palestina, puente entre Egipto y Mesopotamia, por el que cruzaron caravanas y ejércitos en un intercambio cultural permanente. En ambas zonas geográficas encontramos composiciones de índole “sapiencial” que tienen cierto perecido con la literatura bíblica. 
En particular,  los proverbios de Amenenope, de Egipto, y el poema del Justo Doliente de Babilonia, encuentran su parecido en los Proverbios y en el libro de Job, aunque el enfoque monoteísta de los bíblicos hace que sus ideas tengan un valor totalmente diferente y pertenezcan a un plano superior.
Los últimos libros sapienciales (y Sabiduría) se acercan al credo israelita. El Eclesiástico confiesa que el único sabio es Dios (Eclo 1,8). El libro de , en el capítulo 9, pone una oración para alcanzar la sabiduría, inspirándose en la que hizo Salomón en I Re 3,5ss.  
Esto significa que, en la última fase de desarrollo de la corriente sapiencial, la fe y Dios se convierten en la fuente suprema de la sabiduría.


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