jueves, 18 de octubre de 2012

50.- EL FUTURO DEL CRISTIANISMO

¿Seremos nosotros los últimos cristianos?
La fe cristiana se trasmite de padres a hijos y desaparecerá si una generación, tal vez la nuestra, no es capaz de trasmitirla a la siguiente.
Constatamos que, entre los jóvenes de hoy, la Iglesia casi ha desaparecido prácticamente de la lista de instancias capaces de aportar ideas válidas para orientar su vida.
Según los informes sobre los jóvenes españoles realizados por la Fundación Santa María, los jóvenes consideran que las cosas interesantes para orientarse en la vida se las dicen: en la familia, entre los amigos, en los medios de comunicación social, en los centros de enseñanza, en los libros y, por último, en la Iglesia.
En 1989 sólo el 16% de los jóvenes consideraba que la Iglesia dice cosas importantes. El porcentaje bajó al 4% en 1994 y al 2,7 % en 1999.

 ¿Sigue bajando el porcentaje?
 La cruda realidad es  que “para la gran mayoría de los jóvenes, la Iglesia suena a viejo, a pasado, a otra época”.
Incluso entre los jóvenes que se consideran católicos practicantes, sólo el 10% encuentra en la Iglesia orientaciones válidas para su vida. Por eso, un joven puede declararse católico practicante sin apenas identificarse con lo que dice la Iglesia en muchas cuestiones.
Si esto es así, ¿cómo se explica la espectacular concentración de jóvenes, de todos los países, más de dos millones, con motivo del Jubileo de Roma del año 2000, o los millones de jóvenes aclamando al Papa, en los diversos países donde se han celebrado las Jornadas de la Juventud?
Tantos jóvenes, con ser muchos, apenas se hacen notar en el conjunto de la juventud mundial. Además, las motivaciones para acudir a dichas citas pueden ser muy diversas: desde el sentido de la fe a la atracción por la personalidad del Papa, pasando por hacer unos días de turismo con motivo de un acontecimiento de resonancia mundial.

Lo que ya sucedió en otros sitios, puede suceder en Europa
Asia Menor (hoy Turquía), en los primeros siglos fue la cuna de un florecimiento excepcional del cristianismo. 
Allí efectuó San Pablo sus primeras misiones apostólicas. Allí se celebraron los siete primeros concilios ecuménicos: Nicea I (325), Constantinopla I (381), Éfeso (431), Calcedonia (451), Constantinopla II (553), Constantinopla III (681) y Nicea II (787).
En los siglos IV y V, eminentes obispos y teólogos  desarrollaron allí sus enseñanzas, por lo que se llama a esta época “la edad de oro de la patrística”. 
En Constantinopla, además de la basílica de Santa Sofía, que era la más célebre de toda la cristiandad, llegó a haber 400 templos y 90 monasterios.
El 19 de mayo de 1453 fue tomada Constantinopla por el sultán turco Muhammad II. Fue arrasado el cristianismo y se impuso la religión del Islam. Constantinopla cambió su nombre por Istambul. Santa Sofía fue convertida en mezquita y lo fue durante varios siglos; hoy es un museo.
De los 54 millones de turcos, en la actualidad, sólo 140.000 son cristianos.

Algo parecido pasó en el Norte de África. 
En Cartago, ciudad situada en el golfo de Túnez, nació Tertuliano el año 155 y San Cipriano el 219. San Agustín nació el año 353 en Tagaste, pequeña ciudad de Numidia, país situado al suroeste de Cartago.
La Iglesia del Norte de África dio innumerables mártires durante las persecuciones romanas y vivió pujante hasta que su territorio fue conquistado por el Islam, quedando muy pocos cristianos en las actuales naciones de dicho territorio. Lo que sucedió en Asia Menor y en el Norte de África puede suceder en Europa por la invasión de la increencia.

Respuesta del teólogo canadiense Jean MarieTillard  a la pregunta que él mismo se formuló y que pusimos al principio: “ Creo, con toda la gran tradición cristiana, tanto la católica como la ortodoxa o la protestante, que Dios, en su fidelidad hacia la humanidad, no dejará que se apague la luz que su hijo encendió. Este “no”, dicho instintivamente, lo considero como un “no” surgido de mi sensus fidei y, por tanto, del Espíritu”.

Siempre nos quedará la esperanza y la confianza en las palabras de Jesús. 
En los últimos siglos, muchos racionalistas, positivistas y marxistas anunciaron el cercano fin del cristianismo. Hoy esos movimientos intelectuales casi han desaparecido, mientras el cristianismo sigue. 
El diagnóstico pesimista está vigente desde hace 2000 años. Ya San Pablo, en II Cor 6, 9-10, dice: “Estamos al borde de la muerte, pero seguimos con vida”. 
Hasta el momento una cosa es clara: han sido los presuntos enterradores del cristianismo quienes han ido desapareciendo.
La razón es que las promesas de Jesús son claras y terminantes: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (contra la Iglesia)” (Mt 16, 18) “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). 
La fe cristiana no desaparecerá del mundo, podrá cambiar de un continente a otro, de una nación a otra; pero, siempre habrá seguidores de Jesús.



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