Al
reflexionar sobre la naturaleza humana como fuente de normas de conducta, lo
podemos hacer bajo dos puntos de vistas muy distintos:
1º. Preguntándonos ¿qué mueve a los hombres
a obrar?
Así lo hicieron los sofistas, los hedonistas y Epicuro, entre otros, y
respondieron: Lo que mueve al hombre a obrar es la consecución del placer y el
alejamiento del dolor. Es la llamada “Etica de los móviles”.
2º. Preguntándonos, ¿cuál es el fin a cuyo cumplimiento
está orientado el ser humano?
Es la línea seguida por Platón, Aristóteles y
Santo Tomás de Aquino, entre otros. Su respuesta es: El ser humano está
orientado al fin de conseguir su perfeccionamiento y plenitud. Es la llamada “Ética
de los fines”.
El ser humano posee
ciertas tendencias enraizadas en su propia naturaleza, las cuales marcan su
línea de conducta, orientándola al fin específico de su perfeccionamiento y
plenitud.
El
hombre se distingue del resto de los animales por su racionalidad, porque sólo
él es capaz de conocer sus propias tendencias y, por tanto, deducir ciertas
normas de conducta acordes con su propia naturaleza. Estas normas generales
constituyen la ley natural.
La
ley natural está impresa por Dios en la conciencia de todos los seres humanos.
Por muy incultos o analfabetos que puedan ser, su conciencia les dirá siempre
lo que está bien o está mal, en relación con los principios más generales.
Contenido
de la ley natural
Comprende
el precepto de las cosas que son necesariamente honestas y la prohibición de
todas las que son intrínsecamente malas.
Santo
Tomás agrupa el contenido de la ley natural en tres órdenes de tendencias:
1º. En cuanto que el hombre es ser, tiende a
conservar su propia existencia y nace el deber de la propia conservación.
2º. En cuanto animal, el
hombre tiende a conservar su especie y nacen las normas relativas a la
procreación y cuidado de los hijos.
3º. En cuanto racional, el
hombre tiende a conocer la verdad y a vivir en sociedad. Surgen las
obligaciones morales de buscar la verdad y respetar la justicia para lograr una
convivencia específicamente humana, que no pueda confundirse con la de la
manada o el rebaño.
Propiedades
de la ley natural.
El
contenido de la ley natural ha de ser:
Evidente, es decir, fácilmente cognoscible por
todos.
Universal, común a todos los seres humanos, no
obstante la diversidad racial, cultural o temporal.
Inmutable, su contenido debe ser constante a través
del tiempo en sus formulaciones generales.
La
dificultad surgirá en la adaptación de los principios generales a los casos
concretos, pues ya no se verán tan evidentes, tan universales y tan inmutables.
La
ley positiva
La
divina, dada por Dios en
el Antiguo Testamento y por Cristo en el Nuevo.
La
humano-eclesiástica,
promulgada por la autoridad de la
Iglesia para el gobierno de sus fieles en orden a su
santificación.
La
humano-civil, promulgada por la autoridad civil para el
gobierno de la sociedad en orden al bien común.
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