Un
periodista preguntó al Papa, Juan Pablo II: Si los no creyentes también pueden
llevar una vida honesta y recta, ¿para qué sirve la fe?
Respuestas:
1.-
La utilidad esencial de la fe consiste en el hecho de que el hombre, a través
de ella, realiza el bien de su naturaleza racional y lo realiza dando su
respuesta a Dios.
La fe, por parte de Dios, es un don; por parte del hombre, una respuesta libre a la palabra de Dios.
La fe, por parte de Dios, es un don; por parte del hombre, una respuesta libre a la palabra de Dios.
“Por
razón de su dignidad, todos los seres humanos, por ser personas, es decir,
dotados de razón y de voluntad libre, y por eso, investidos de responsabilidad
personal, por su misma naturaleza, están obligados a buscar la verdad, a
adherirse a la verdad conocida y a ordenar toda su vida según sus
exigencias” (Concilio Vaticano II. Declaración sobre la libertad religiosa (DH) 2)
“La
verdad debe buscarse de modo apropiado a la dignidad de la persona humana y a
su naturaleza social, mediante una libre investigación, sirviéndose del
magisterio o de la educación, de la comunicación y del diálogo, mediante los
cuales unos exponen a otros la verdad que han encontrado o creen haber
encontrado para ayudarse mutuamente en la investigación de la verdad, y una vez
conocida ésta, hay que adherirse a ella firmemente con asentimiento personal”
(DH 3)
Ya vimos la formación de la conciencia recta y la obligación de seguir su
dictamen.
“La
respuesta dada por el hombre a Dios y a su Palabra mediante la fe está
estrechamente unida a su dignidad personal. El hombre no puede ser constreñido
a aceptar la verdad. A ella es empujado solamente por su naturaleza, es decir,
por su libertad, que lo mueve a buscarla sinceramente y, cuando la encuentra, a
adherirse a ella, sea con su convicción sea con su comportamiento” (Juan Pablo
II, Cruzando el umbral de la esperanza, pg 191)
“Jesús
quiere despertar en los hombres la fe, desea que respondan a la Palabra del Padre. Pero lo
quiere respetando siempre la dignidad del hombre, porque en la búsqueda misma
de la fe está ya presente una forma de fe, una forma implícita, quedando así
cumplida la condición necesaria para la salvación” (Idem pg 193)
2.-
La fe es la adhesión libre y personal a la verdad de Dios, manifestada en y por
Jesús.
La
fe arranca de Dios, quien teniendo en cuenta las dificultades de los hombres
para obrar honesta y rectamente, apoyados sólo en las fuerzas de la propia
naturaleza, viene a su encuentro por la Revelación y haciéndose hombre en Jesús nos
revela los misterios del Padre.
Cuando
el hombre responde al llamamiento de Dios por la fe, se le facilita el poder
obrar recta y honestamente, porque:
Tiene
un mejor conocimiento de Dios y del camino para ir a Él. Dispone de “ayudas”:
la oración, los sacramentos, la comunidad eclesial, la comunión de los santos,
etc.
Dispone,
sobre todo, de la gracia de Dios, hecho presente en su vida, luz para el camino
y fuerza para su seguimiento.
3.-
La fe sirve para que el hombre adquiera su máxima grandeza que consiste en ser
hijo de Dios y su colaborador para recrear el mundo y para operar en él su
salvación personal.
Hay
vidas verdaderamente rectas y honestas sin la fe cristiana.
Es cierto, pero aún en estos casos, el
Espíritu de Dios desarrolla su acción en lo profundo de las personas que buscan
con honestidad la verdad y están dispuestas a aceptarla, cuando la conozcan. “El
Espíritu sopla donde, cuando y como quiere” (Jn 3, 8)
La
libertad del Espíritu encuentra la libertad del hombre y la confirma hasta el
fondo.
Pelagio, en tiempo de San Agustín, sostenía que el hombre
puede llevar una vida honesta y feliz sin la gracia de Dios; que no era
necesaria. “La verdad es, en cambio, que el hombre es realmente llamado a la
salvación y que ésta no puede ser alcanzada sin el aporte de la gracia divina”
(Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, pg194)
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