“Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam, cardinalem Joseph Ratzinger”.
Estas son las palabras pronunciadas por el cardenal Protodiácono, el 19 de abril, desde el balcón de San Pedro, para anunciar la elección del nuevo Papa.Los miles de fieles que abarrotaban la plaza de San Pedro estallaron en un continuado aplauso. Se acabaron las “fumatas negras”; después de cuatro votaciones, subían al cielo las espirales de la fumata blanca mezcladas con los “toques de gloria” de las campanas vaticanas, las de Roma y las de todo el mundo, como aplauso sonoro de tan gran noticia.
El cardenal José Ratzinger dejó
de ser cardenal y se convirtió en el 265 sucesor de San Pedro, adoptando el
nombre de Benedicto XVI.
El hombre:
Cuantos se han acercado a
él dan fe de que Benedicto XVI posee una dignidad y una unción religiosa que
cautiva, que es un hombre de oración, de presencia de Dios. Dicen que posee,
casi de forma natural, una gran dulzura en el trato cercano y una timidez atractiva
por su sencillez y humildad, virtudes que le adornan en alto grado.
Merecen ser destacadas las
palabras pronunciadas en su primera intervención, cuando se definió a sí mismo
como “un simple y humilde trabajador
en la viña del Señor”. Con tal bagaje de virtudes cabe esperar lo mejor
de Benedicto XVI.
Posee una excepcional
cultura humanística y especialmente teológica. Ha trabajado, codo con codo,
durante más de dos décadas con Juan Pablo II, quien le hizo asumir grandes
responsabilidades. Conoce a la perfección los entresijos de la Curia vaticana, lo que le
será de máxima utilidad.
Si Juan Pablo II logró la
cima indiscutible de la autoridad moral en un mundo tan dado a lo efímero,
relativo y banal, fue por la solidez de sus principios, la coherencia de vida
con los mismos y la capacidad mediática para hacerlos visibles en la sociedad.
El Papa:
Benedicto XVI tiene una
preparación teológica muy semejante, tal vez superior, a la de su predecesor.
Su elección significa continuidad en los principios, como no puede ser menos
por tratarse de principios de valor universal; pero, con toda seguridad, se
distanciará de su antecesor en la puesta en escena.
No es un Papa que domine
los medios de comunicación social, que le guste salir en las televisiones, de
carácter sencillo y humilde, no será tan dado a las manifestaciones masivas.
Esto no quiere decir que se vaya a encerrar en el Vaticano, sino que será un
Papa menos viajero que Juan Pablo II, aunque sí hará los viajes apostólicos que
considere oportunos
Igual que Juan Pablo II,
Benedicto XVI está dotado de un gran tesón y fuerza de voluntad para llevar a
cabo la misión encomendada; es un incansable trabajador que asumirá la tarea de
consolidar la posición de liderazgo moral en la sociedad contemporánea; pero,
lo hará a su modo, dejando el sello de su propia personalidad.
Garantía y esperanza:
Sus cualidades humanas y científicas, sus virtudes
evangélicas y su capacidad de vivir la presencia del Espíritu son el mejor
augurio para un prolífico pontificado. La oración de todos los creyentes sube
al cielo impetrando para él las bendiciones divinas.
Los Papas de mi vida
He compartido mi época
vital con siete Papas: Pío XI (1922-39), Pío XII (1939-58), Beato Juan XXIII
(1958-63), Pablo VI (1963-78), Juan Pablo I (1978), Juan Pablo II (1978- 2005)
y, finalmente, Benedicto XVI (2005...
Exceptuando a Pío XI,
porque era yo demasiado niño para conservar su recuerdo y a Juan Pablo I
porque, dada la cortedad de su pontificado, no dio tiempo para conocerle, de
todos los restantes guardo un recuerdo muy grato.
Pío XII,
hombre culto y aristócrata, llevó con acierto el timón de la Iglesia durante la segunda
guerra mundial; muy querido por casi todos y calumniado por algunos.
Juan XXIII,
la bondad personificada, el hombre del Concilio Vaticano II.
Pablo VI, el hombre que puso en práctica la doctrina del Concilio Vaticano II.
Juan Pablo II,
al que he dedicado la reflexión anterior.
Ahora llega Benedicto XVI al pontificado, espero de él lo mejor para la Iglesia y el mundo.
¡“Benedictus qui venit in nomine Domini”. Bendito el que viene en el nombre del Señor.!
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