La preexistencia, la eternidad y la inmutabilidad de Dios contrastan con la encarnación del Verbo, segunda persona de la santísima Trinidad. La Palabra , el Verbo, de eterno y preexistente (Jn 1, 1-3), se hace carne (Jn 1, 14), nacido de mujer (Gal 4, 4), persona en crecimiento (Lc 2, 52), y por tanto, mortal y con una realidad espacio-temporal.
En Jesús es verdadera la eternidad de Dios y lo es también su
acontecer de hombre y, por tanto, su espacio, tiempo e historia. En Jesús, Dios
y hombre, se hace posible que la historia del hombre sea también historia de
Dios.
La
creación es el comienzo del acontecer de Dios en la historia. Creando al hombre
a su imagen y semejanza preparó un camino para, más tarde, por la encarnación
el Verbo libremente y por amor, entrase en el tiempo.
Jesús,
por ser el Verbo hecho carne, constituye el centro de la historia y la plenitud
de la humanidad.
Cristo,
centro de la historia
En el
Nuevo Testamento el tiempo se contempla siempre en referencia a Cristo.
Su venida es el centro temporal de todos los acontecimientos, anteriores y posteriores. Él marca el punto cero de la historia. Él le da su verdadero significado y valor como instrumento de salvación. Esta es la concepción cristiana del tiempo, que viene a ser la posibilidad de que la humanidad, y cada uno en concreto, recorra su camino de salvación. Con Cristo empieza la "era cristiana".
En las religiones orientales
Su venida es el centro temporal de todos los acontecimientos, anteriores y posteriores. Él marca el punto cero de la historia. Él le da su verdadero significado y valor como instrumento de salvación. Esta es la concepción cristiana del tiempo, que viene a ser la posibilidad de que la humanidad, y cada uno en concreto, recorra su camino de salvación. Con Cristo empieza la "era cristiana".
En las religiones orientales
El tiempo se opone a Dios y a
la salvación; hay que huir del tiempo para llegar al Nirvana. La salvación sólo
se logrará después de muchos éxodos del tiempo, mediante las reencarnaciones,
de forma cíclica y repetitiva.
En el
cristianismo
Dios se sirve del tiempo para encarnarse, darse a conocer y regalar su salvación a los hombres por medio de Cristo.
Dios se sirve del tiempo para encarnarse, darse a conocer y regalar su salvación a los hombres por medio de Cristo.
En el
cristianismo la historia se desdobla en tres movimientos:
Primero: Desde la creación a la
encarnación. Es un tiempo de expectación, de espera de un gran acontecimiento,
sin comprenderlo plenamente: La venida de un Mesías que salvará a su pueblo.
Segundo: La llegada del Mesías en la
persona de Jesús, Hijo Unigénito de Dios, según su naturaleza divina, e hijo de
María, según su naturaleza humana. En Él se cumple toda la expectación del
Antiguo Testamento.
En Cristo se injertan lo humano y lo divino en una sola persona.
Cristo pasó por el mundo haciendo el bien, manifestando el verdadero rostro del
Padre y enseñando la Buena
Nueva a los hombres; no se la impone sino que se la ofrece
para que, aceptándola por el bautismo, adquieran la condición de hijos
adoptivos de Dios, su Padre.
Tercero: Un tiempo de expansión, desde la
resurrección de Jesús hasta su segunda venida, al fin de los tiempos. Es el
tiempo de la Iglesia ,
sacramento de salvación para toda la humanidad.
El
misterio pascual de Jesús, con su muerte y resurrección, es la coronación de la
historia; es como la batalla decisiva de una guerra que no terminará hasta la
parusía, pero que ya está ganada.
El
tiempo hace posible que cada uno se apropie de la gracia y de los méritos de
Cristo, construya su propia historia de salvación y que se esfuerce para ofrecer la salvación a los
demás.
La
resurrección de Jesús da pie a la esperanza, fundada en la convicción de la
victoria y de la posible salvación para la humanidad.
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