Salvar significa liberar de un mal. La salvación definitiva es ser liberado de todo mal.
¿De
qué nos salva la salvación cristiana?
Salva de todo lo que los humanos calificamos
como desgracia: Del mal
social, como la injusticia, la opresión, la explotación; el mal individual,
como el odio, el egoísmo, la dureza de corazón.
Vivimos atenazados,
inmersos y acorralados por los males del mundo. Todos los medios de
comunicación se hacen eco diariamente de la multitud de males y desgracias que
azotan a los seres humanos, en las diversas partes del mundo.
Todos
los días nos desayunamos con los informativos de las cadenas de televisión que
nos cuentan, al detalle, los sucesos más sobresalientes que han ocurrido en las
últimas horas. Por supuesto, todos ellos plagados de dolor y de sufrimiento.
Salva del último de los males de esta
vida terrena: la muerte.
Con
la muerte física acaban los gozos y los sufrimientos, los amores y los odios,
los egoísmos y las generosidades. La muerte acaba con todo y con todos,
igualando a todos.
Considerada
como el final, el se acabó, la muerte es, de verdad, terrible.
Considerada bajo el punto
de vista de la fe, la muerte física es otra cosa. Ya no es terrible, es
dolorosa por lo que tiene de separación temporal de los seres queridos, pero,
sobre todo, es esperanzadora porque es la antesala de la casa del Padre.
Salva del miedo al juicio
Sólo
teme el que espera ser condenado; el que espera ser absuelto va lleno de
esperanza. El juicio versará sobre el amor, hecho vida y florecido en obras; el
que, guiado por su fe, ha amado de corazón y de obra, sólo le cabe esperar la
justa recompensa.
“Entonces
dirá el Rey a los que están a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad
posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque
tuve hambre y me disteis de comer....” (Mt 25, 34)
“Cuanto
a mí, a punto estoy de derramarme en libación, siendo ya inminente el tiempo de
mi partida. He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado
la fe. Ya me está preparada la corona de la justicia, que me otorgará aquel día
el Señor, justo Juez, y no sólo a mí, sino a todos lo que aman su venida” (II
Tim 4, 6-8)
Salva del mal más radical: La condenación
eterna, es decir, el
rechazo del hombre por parte de Dios como consecuencia del rechazo de Dios por
parte del hombre.
La salvación es, sobre todo, encuentro con
Dios.
El
encuentro con Dios, incoado en la etapa de la vida terrenal y consumado en la
etapa futura, comporta:
Plenitud
de verdad. Dios es la Verdad , la plena verdad. “Esta
es la vida eterna: que te conozcan a Ti, único Dios verdadero, y al que has
enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3)
“Cuando
llegue lo perfecto desaparecerá lo parcial... ahora vemos por un espejo y
obscuramente, pero entonces veremos cara a cara” (I Cor 13, 10-12)
Plenitud
de amor. Dios es amor,
es mi Padre y me ama. Ser cristiano es llenarse del amor del Padre y cooperar
para que otros también lo alcancen. Ser cristiano es escoger el amor como motor
de la vida. El encuentro con Dios hace partícipes de su amor trinitario.
Plenitud
de vida, y vida sin
límites. Participación en la vida de Dios, revelada en la resurrección de Jesús.
“Yo soy la Resurrección
y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá y todo el que vive y cree en
mí no morirá para siempre” (Jn 11, 25-26)
La
vida eterna es la felicidad que proviene de la unión con Dios.
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