Dios es espíritu y, por tanto invisible. Se nos ha hecho visible a
través de sus imágenes. “A Dios nadie le vio jamás” (Jn 1, 18)
“Creó
Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y
hembra; los bendijo Dios, diciéndoles: Procread y multiplicaos, y henchid la
tierra; sometedla y dominad sobre todo cuanto vive y se mueve sobre ella” (Gen 1, 27-28)
El
hombre fue creado a imagen de Dios
Esto significa que tiene el poder de dominar sobre todas las criaturas con las que comparte la tierra; que ha sido dotado de unas cualidades superiores a las de todos los demás animales, por las que puede discernir y amar con amor de voluntad; que ha sido distinguido por un acercamiento familiar de Dios hacia él y que él también puede acercarse a Dios; y que, finalmente, sus hijos serán también imagen de Dios.
Esto significa que tiene el poder de dominar sobre todas las criaturas con las que comparte la tierra; que ha sido dotado de unas cualidades superiores a las de todos los demás animales, por las que puede discernir y amar con amor de voluntad; que ha sido distinguido por un acercamiento familiar de Dios hacia él y que él también puede acercarse a Dios; y que, finalmente, sus hijos serán también imagen de Dios.
La
imagen de Dios expresada por el hombre es imperfecta y pecadora.
Recordemos
el relato bíblico antes de la caída en el pecado: “Estaban ambos desnudos,
el hombre y la mujer, sin avergonzarse de ello” (Gen 2, 25)
Después
del pecado: “Llamó Dios al hombre diciendo: ¿Dónde estás? Y éste contestó:
Te he oído en el jardín y, temeroso porque estaba desnudo, me escondí”
(Gen 3, 9-10)
Ya no
pueden justificar el acercamiento familiar de Dios, han perdido el sentido de
su pertenencia al Señor y se sorprenden de su desnudez como ante un espejo que
ya no refleja la imagen de Dios.
Necesidad de recuperar la imagen perfecta de Dios
El hombre, imagen imperfecta y pecadora, tiene necesidad de la imagen perfecta, es decir, de Cristo, para descubrir y realizar su destino original. La imagen perfecta de Dios es Cristo, Verbo encarnado en las entrañas de María, Dios y hombre al mismo tiempo.
En Cristo y sólo en Cristo encontrará el ser humano el sentido de su ser y de su existencia. El se hizo hombre para que el hombre pueda llegar a ser hijo de Dios y recobrar su imagen perfecta.
"Vino a los suyos y los suyos no le recibieron; mas a cuantos le recibieron les dio el poder llegar a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre” (Jn 1, 11-12)
Adán,
pecador, no puede volver a ser plenamente lo que era por derecho, imagen de
Dios, a no ser que, de nuevo, sea modelado “a imagen de Cristo”.
Esta es la labor que incumbe a todo ser humano en esta etapa terrenal de su
vida.
“Despojaos del hombre viejo con todas sus obras, y vestíos del nuevo,
según la imagen de su Creador” (Col 3, 69-70)
Cristo,
la imagen de Dios.
“El Hijo
de su amor, que es la imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura,
porque en Él fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, todo fue
creado por Él y para Él” (Col 1, 15-16) “Hemos visto
su gloria, gloria como de unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn
1, 14)
“Jesús
dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado, y el que
me ve, ve al que me ha enviado” (Jn 12, 14-15) “El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14, 9)
Cristo
es la imagen perfecta del Padre
Cristo
es el Hijo unigénito de Dios, su filiación es anterior a toda la creación.
Cristo hace visible al Dios invisible. Cristo da a conocer al Padre.
“A Dios nadie le vio jamás, el Hijo unigénito, que está en el seno del
Padre, ése le ha dado a conocer” (Jn 1, 18)
El esfuerzo de todos los cristianos
Hemos
recibido del Señor el mandato de predicar la Buena Nueva a toda
criatura para que todos reciban la gracia de ser hijos de Dios, no sólo por ser
obra de sus manos, sino por abrazar el don de la fe y tratar de asemejarse a
Cristo, imagen perfecta del Padre.
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