domingo, 17 de febrero de 2013

59.- LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI

El canon 333.2 del Código de Derecho Canónico plantea la posibilidad de que el Papa pueda renunciar y que la renuncia sea válida si es libre y se manifiesta formalmente. Esto quiere decir que sólo el Papa, valorando sus razones personales, puede tomar la decisión de dimitir.


Juan Pablo II no dimite
Juan Pablo II, por múltiples motivos, de sobra conocidos, cuenta con la admiración y el respeto de muchos, tanto creyentes como no creyentes, y también con el cariño del Pueblo de Dios que ve en él al Pastor infatigable, al hombre de oración y de acción evangelizadora, al defensor a ultranza de los valores humanos y religiosos ante una sociedad que tan fácilmente los conculca.
Juan Pablo II es, además de Papa y antes que Papa, un ser humano con todas las limitaciones inherentes a esta condición. Después del atentado, en el que salvó la vida de milagro, ha pasado por múltiples operaciones, lo que le ha conducido a un estado físico de gran deterioro.
No es de extrañar que, en el mundo católico, muchos se pregunten por qué no renuncia el Papa. Y se lo preguntan llevados por el amor que tienen a la Iglesia, a la que quieren servir y que sea servida de la mejor manera posible.
Si hacemos un ejercicio de sincera reflexión  hemos de reconocer que, a sus 82 años, cumplidos hoy, sábado 18 de mayo de 2002, el Papa está muy disminuido en cuanto a su condición física, no en la intelectual y mucho menos en la espiritual, que son las más importantes.
También es justo reconocer que los Cardenales y Obispos titulares de muchas sedes esparcidas por todo el mundo, una vez que han llegado a los 75 años o han contraído unas limitaciones físicas que les dificultan su misión, han presentado su dimisión a la Santa Sede y ésta se las ha admitido, de conformidad con la normativa del Derecho Canónico.

El Papa es la Cabeza del Colegio Apostólico y los Obispos sus miembros, si éstos dimiten, ¿por qué no lo hace el Papa en igualdad de condiciones?   La respuesta es clara, porque la decisión es suya y todavía no la ha tomado.
No parece admisible argüir razones de principio para la toma de decisión en sentido afirmativo.
En un articulito sobre el tema, firmado por Juan Moya, leo: “La figura del Papa no se entendería si se le viera sólo como gobernante de la Iglesia, es también el padre espiritual de esta gran familia y ¿qué padre puede dejar de serlo mientras viva?”.
Estoy de acuerdo con el texto, en todas sus partes; pero, no en la interpretación que de él hace el autor, que equivale a decir: De la paternidad no se dimite, luego el Papa no debe dimitir.
¿Es que la paternidad espiritual del Papa sobre todos los creyentes es mayor que la de los Obispos, que sí dimiten, respecto a sus fieles diocesanos? ¿Es que los Obispos que dimiten no tienen, también, en virtud de la colegialidad apostólica y la comunión con su Cabeza, una paternidad espiritual con todos los creyentes del mundo? ¿Es que, por dimitir, se pierde la paternidad?

Otra razón de principio aducida es que “Cristo tampoco dimitió en la cruz”. Comprendo y admiro que el Papa quiera asemejarse a Cristo llevando su propia cruz; pero, se trata de la cruz de sus dolores y limitaciones físicas, no de la cruz del pontificado, que aceptó generosamente el día de su elección. Renunciar al pontificado no significa renunciar a la cruz de las carencias físicas; ésta cruz la lleva de por vida y, por cierto, hasta ahora, con gran dignidad, para asombro y evangelización de muchos.

Tampoco se puede argüir para no dimitir el amor a la Iglesia. 
Por una razón elemental: con ello se cae en agravio comparativo con los Obispos que han dimitido, lo que equivaldría a decir que ellos aman menos a la Iglesia. El argumento del amor se vuelve en contra, ya que, precisamente la dimisión de los Obispos se produce porque ellos consideran que su mejor servicio a la Iglesia es su renuncia y permiten con ella que se nombren unos  sucesores más jóvenes y más sanos, que pueden atender mejor a las necesidades de las diócesis. Renunciar a estar en el candelero y pasar a la penumbra es, sin duda, una gran muestra de amor a la Iglesia.
En definitiva, creo que están de sobra los argumentos a favor o en contra de la renuncia papal, porque no debemos olvidar que es el Espíritu Santo quien inspirará al Papa lo que proceda para el mayor bien de la Iglesia, como lo hizo con los Cardenales electores cuando Juan Pablo II fue elegido como sucesor de Pedro a la cátedra de Roma.
(Hasta aquí lo que escribí cuando Juan Pablo II estaba muy enfermo, pocos días antes de morir)

Benedicto XVI anuncia su dimisión
"Cuando un Papa alcanza la clara conciencia de que ya no es física, mental y espiritualmente capaz de llevar a cabo su encargo, entonces tiene en algunas circunstancias el derecho, y hasta el deber, de dimitir", aseguró el propio Benedicto XVI en 2010 al periodista alemán Peter Seewald.

Coherente con su forma de pensar, Benedicto XVI dimitirá el próximo día 28 de febrero de este 2013.
La noticia ha causado gran sorpresa en todo el mundo, no por creerla imposible, sino por ser totalmente inusual.
Solamente tres Papas lo han hecho  en los más de dos mil años de historia de la Iglesia: 
Benedicto IX, el año 1045.
Celestino V, en 1294.
Gregorio XII, en 1415.
No cabe duda que es una decisión sumamente difícil de tomar y, por lo que se ve, muy pocos, poquísimos, la han tomado.
Benedicto XVI sí la ha tomado "por no tener fuerzas para ejercer el cargo."
El gran teólogo del Concilio Vaticano II, tras una vida al servicio de la Iglesia, llega a una ancianidad muy disminuido físicamente y, coherente con sus principios, como puso de manifiesto en 2010, en la entrevista antes citada, rompe con una costumbre de 600 años.... y dimite.
¡¡Chapó!! Ha dado un enorme ejemplo de humildad, de coherencia y de amor a la Iglesia.
Sólo queda decir:
¡¡Gracias, BenedictoXVI!!  ¡¡Gracias por todo!!

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