“La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón “el día del Señor” o domingo. En él, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios que los hizo renacer a la viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (I Petr 1, 3). Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No se le antepongan otras solemnidades, a no ser que sean, de veras, de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico”. (Conc. Vaticano II. Constitucion Sobre la sagrada liturgia, 106)
Dies Domini: (Día del Señor)
“Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal 118, 24)
Este bello párrafo del salmo invita a la alegría por las actuaciones de Dios. El domingo es el día en el que los cristianos recordamos y celebramos las principales actuaciones de Dios. El domingo es la fiesta semanal de los cristianos. Los judíos la celebran los sábados y los musulmanes los viernes.
El domingo es la Pascua de la semana, en la que celebramos:
1.- La victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte por medio de su resurrección.2.- El inicio de la nueva creación (2 Cor 5, 17)
3.- El recuerdo de la primera creación y la esperanza del último día, cuando Cristo venga en su gloria (Hech 1, 1 y 1 Tes 4, 17) y haga un mundo nuevo (Ap 21, 5)
4.- La invitación a la experiencia de la Resurrección: Los discípulos de Emaús sentían arder su corazón mientras Jesús caminaba con ellos y les explicaba las Escrituras; le reconocieron al partir el pan (Lc 24, 32.35) Los Apóstoles experimentaron el gozo cuando fueron visitados por Jesús resucitado y les dio el don de su paz y de su Espíritu (Jn 20, 19-23)
Decía san Jerónimo: “El domingo es el día de la resurrección, es el día de los cristianos, es nuestro día”.
El domingo es la fiesta primordial de los cristianos, instituída no sólo para medir la sucesión del tiempo, sino para poner de relieve su sentido más profundo.
El fin de semana, la fiesta y la santificación del día del Señor
La evolución de las condiciones socioeconómicas ha modificado los comportamientos colectivos. Ahora se habla del fin de semana, entendido como tiempo semanal de reposo laboral y dedicado a actividades políticas, culturales o deportivas. Es un fenómeno social y cultural que puede contribuir al respeto de valores auténticos, al desarrollo humano y al progreso social y que responde a la necesidad de descanso y a la exigencia de “hacer fiesta”, propia del ser humano.
No se debe confundir “la santificación del día del Señor” con el fin de semana, entendido como mero descanso o diversión. Urge trabajar para conseguir una auténtica madurez espiritual que ayude a los cristianos a “ser ellos mismos”, en plena coherencia con su fe.
La fiesta cristiana, y por tanto la dominical, debe estar abierta a la trascendencia, de lo contrario, aunque vestidos de fiesta, seremos incapaces de “hacer fiesta interiormente”.
Para celebrar bien el domingo es necesario recuperar las motivaciones doctrinales, recordadas por el Concilio Vaticano II:
Los fieles deben reunirse en asamblea, escuchar la Palabra de Dios, participar en la Eucaristía, memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor y dar gracias a Dios.
En la asamblea eucarística, todos los fieles junto al sacerdote celebran la fe que les congrega y les une, celebran la esperanza que les anima y celebran el amor que el Espíritu ha derramado en sus corazones. Esa es la fuente de su alegría.
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