”Dijéronse unos a otros: Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego... vamos a edificar una ciudad y una torre, cuya cúspide toque los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos por la haz de la tierra.
Bajó Yavé a ver la ciudad... y se dijo: He aquí un pueblo uno, pues tienen todos una lengua sola.. Bajemos y confundamos su lengua de modo que no se entiendan unos a otros.
Y los dispersó de allí por toda la haz de la tierra, y así cesaron de edificar la ciudad. Por eso se llamó Babel” (Gen 11, 1-9)
El Génesis relata de forma sencilla el origen de Babel, símbolo de la soberbia humana, que quiere lograr la plenitud de la vida, incluso el cielo, por su propio poder, prescindiendo de Dios.
La soberbia de los que construyen la ciudad sin Dios produce frutos de incomprensión, incomunicación, confusión y dispersión.
Sin Dios, no pueden entenderse las personas ni los pueblos.
Babilonia (Babel, en hebreo) fue tomada por el ejército de Jerjes hacia el año 485 a. C. y sus habitantes fueron muertos, hechos prisioneros o dispersados. La ciudad símbolo del mal, vino a ser una ciudad abandonada y desierta.
Pentecostés, símbolo de unión, comunicación y comprensión
“Al cumplirse el día de Pentecostés, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido proveniente del cielo como de un viento impetuoso, que invadió toda la casa.
Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo; comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu les otorgaba expresarse” Hch 2, 1-4)
Estupefactos de admiración, decían: Todos estos que hablan, ¿no son galileos? ¿Cómo los oímos cada uno en nuestra propia lengua, en la que hemos nacido?” (7-8).
“Entonces se levantó Pedro con los Once y les habló en voz alta...” (14)
“Con otras muchas palabras atestiguaba y les exhortaba diciendo: Salvaos de esta generación perversa. Ellos recibieron la gracia y se bautizaron, siendo incorporados aquel día unas mil almas” (40-41)
Pentecostés es el contrapunto de Babel.
Si el misterio de Babel es la soberbia, el querer hacer las cosas sin Dios, el de Pentecostés radica en la fe. Fe en Cristo, muerto y resucitado, constituido Señor de la vida, que se hace presente en la dinámica del Espíritu, cumpliendo su promesa: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos y yo rogaré al Padre y os dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad que el mundo no puede recibir porque no le ve, ni le conoce; vosotros le conocéis, porque permanece en vosotros y está en vosotros” (Jn 14, 15-17)
Fe en el Espíritu Santo, don del Padre, Señor y vivificador que está con las personas y en las personas para siempre.
Esta fe en Cristo y en el Espíritu produce también sus frutos: El entendimiento de gentes venidas de muchas partes. La fe en Cristo resucitado es la lengua común de todos los pueblos y que les conduce al entendimiento. Si cada cual habla su propia lengua, se produce la dispersión y el desencuentro.
Pentecostés es la fiesta del Espíritu, que equivale a la fiesta de la unidad, de la comunicación y de la comprensión. Cada uno oye las maravillas de Dios en su corazón, vivificado por la fe.
Pentecostés conduce a la reunión, a la oración en común, a la creación de la comunidad. Pentecostés es comunidad y encuentro en el Espíritu, frente al anonimato, el individualismo y la masificación.
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