miércoles, 7 de septiembre de 2011

16.- LA ASAMBLEA LITÚRGICA



Celebración de la presencia de Cristo resucitado 
El domingo no es sólo la celebración de un acontecimiento pasado, sino que es la celebración de la presencia viva del resucitado en medio de los suyos. Para anunciar y vivir adecuadamente esta presencia no basta la oración individual porque no hemos sido salvados a título personal sino en cuanto formamos parte del Pueblo de Dios.
La ekklesia es la asamblea del Pueblo de Dios hecho uno en Cristo, mediante la obra del Espíritu Santo. Cristo ofreció su vida para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11, 52) y que son hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Ap 5, 9)
La unidad expresa la identidad cristiana que se manifiesta externamente cuando los cristianos se reúnen, testimoniando al mundo que son el pueblo de los redimidos.
La asamblea litúrgica es la perpetuación en el tiempo de la primera comunidad cristiana que “acudían asíduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hch 2, 42)
En la misa dominical, los cristianos revivimos, por la fe, la experiencia de los Apóstoles la tarde de Pascua, cuando Jesús resucitado se les manifestó, estando reunidos (Jn 20, 19). En aquel pequeño grupo estaba ya presente el Pueblo de Dios de todos los tiempos. Su testimonio pasa de generación en generación: ¡Paz a vosotros! Dar la paz es un saludo y un regalo del Señor.
Ocho días más tarde (Jn 20, 26), Jesús se les manifestó de nuevo. De ahí viene la costumbre cristiana de reunirse cada octavo día y llamar a este día Día del Señor”para profesar la fe en la resurrección.

Resurrección y Eucaristía
La resurrección de Jesús y la Eucaristía están en íntima relación. En la última cena “mientras comían, Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: Tomad y comed, este es mi cuerpo” (Mt 26, 26)
En el relato de la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús, se dice: “Puesto a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio” (Lc 24, 30)
Son dos escenas diferentes en el tiempo, pero con el mismo contenido de la fracción del pan, que es como se llamaba a la Eucaristía en la primera generación cristiana. En la primera escena Jesús instituye la Eucaristía y en la segunda, ya resucitado, se da conocer a sus discípulos al darles el pan que acababa de bendecir, convertido en su propio cuerpo.
El domingo es el día del Señor y también el día de la Iglesia.
De todas las actividades que puede desarrollar una parroquia, “ninguna es tan vital o formativa para la comunidad como la celebración dominical del día del Señor y de su Eucaristía” (Juan Pablo II)
De aquí surge la necesidad de “trabajar para que florezca el sentido de comunidad parroquial, sobre todo en la celebración común de la misa dominical” (Contitución sobre la sagrada liturgia42)
La asamblea dominical es el lugar privilegiado para la unidad, pues en ella se celebra el “sacramentum unitatis”, el sacramento de la unidad.
Las familias cristianas, asistiendo a la misa dominical, manifiestan su identidad y viven su ministerio de “iglesia doméstica”, participando padres e hijos en la Mesa de la Palabra y del Pan de vida.
Los educadores cristianos deben incluir en el proceso formativo de los niños la iniciación a la Misa, con los motivos doctrinales profundos que invitan a la celebración festiva. No es el sacerdote el único celebrante de la Misa, él representa a Cristo Cabeza, pero todos los fieles también celebran la Misa representando a los diversos miembros de Cristo. Verdadero sacramento de unidad.





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