Para hablar de las riquezas de la Iglesia se deben tener presentes unas cuestiones que, con frecuencia, olvidan los comentaristas de los medios, y que quiero desarrollar en estos cinco puntos:
1ª. No se puede comparar las necesidades económicas de la Iglesia en nuestros tiempos con las necesidades económicas del pequeño grupo de los apóstoles reunidos en torno a Jesús. No se puede hacer dialéctica diciendo: Jesús nació pobre en Belén y el Papa, en Roma, vive en un rico palacio.
Jesús, por su ministerio itinerante y el reducido número de sus discípulos, no necesitaba casas ni posesiones. Sí necesitó la generosa colaboración de algunas personas, las cuáles lo seguían y ayudaban con su dinero: Le acompañaban los Doce, y algunas mujeres... que les servían con sus bienes (Lc 8,1-3).
Jesús, hablando muchas veces del mal uso de las riquezas y del bien de la pobreza, nunca profirió ninguna palabra en contra de la riqueza y esplendor del Templo de Dios. En el Antiguo Testamento es el mismo Dios quien determina la rica ornamentación de la Tienda de Reunión y luego del Templo divino. Esto nos enseña que no se debe escatimar en ornamentar la casa de Dios. Y así lo han entendido los grandes santos, como el santo cura de Ars, quien viviendo para sí en la extrema pobreza, nunca fue mezquino en gastos para la casa de Dios.
2ª. “Las riquezas del Vaticano” son bienes culturales, patrimonio de la humanidad, y de los cuales la Iglesia no es más que custodia. El Vaticano, fuera de sus templos, es un gigantesco museo, bibliotecas, etc. Si el Papa tuviese que vender esos bienes para ayudar a los pobres, con la misma razón tendrían que vender cada nación y estado sus propios museos y bibliotecas y patrimonios culturales para ayudar a los pobres de sus propios países.
Además, ésta no sería ninguna solución para la pobreza en el mundo, la cual pasa por la conversión del corazón de los gobernantes y magnates de la tierra y un mejor reparto de la riqueza mundial. Hay estadísticas según las cuales si se vendiese todo el Vaticano sólo se daría de comer a los pobres durante tres días.
3ª. Hemos dicho que la Iglesia ha crecido enormemente desde los tiempos de Cristo. Siendo una institución cuya tarea es estrictamente espiritual, necesita dinero para cumplir con su labor. La mayor parte de los gastos de la Santa Sede se destinan a mantener lo que se llaman «actividades institucionales», una voz del presupuesto vaticano que abarca todos los organismos de la Curia Romana: las congregaciones, los consejos, los tribunales, el Sínodo de los Obispos, las Oficinas, etc. En total, estas instituciones cuentan con 2.581 empleados. Se trata de todas aquellas personas que asisten más de cerca al Santo Padre en su ministerio al Servicio de la Iglesia en el mundo. Estos organismos están llamados a ofrecer servicios que no producen entradas económicas.
Incluso hay obras que sólo ocasionan pérdidas económicas, pero que se mantienen por el valor apostólico que representan, como el periódico L'Osservatore Romano y Radio Vaticano.
4ª. Por otra parte, la Santa Sede, así como muchas instituciones de la Iglesia ayudan económicamente de manera importante a las personas pobres.
Para tener una idea, en los años 1998-1999, sólo “Caritas italiana” distribuyó 34,5 millones de dólares destinados a 69 países de los cinco continentes.
Y en cuanto a la caridad personal del Papa, él destina para las obras de caridad y para sostener las Iglesias más necesitadas, lo que se denomina el “Obolo de San Pedro”, que es fruto de las ofertas de los fieles para ayudar al Papa en su fin caritativo. En el año 1999, estas ofertas ascendieron a 55.313.587 dólares, que luego el Papa destinó a obras caritativas, como son escuelas, leproserías, hospitales, centros de asistencia especiales, zonas azotadas por terremotos, sequías, hambre, etc.
La Santa Sede también ayuda al sostenimiento de los Lugares Santos y de las Obras misionales.
No se puede acusar a la Iglesia de que no ayude a los necesitados por el hecho de que no venda sus bienes culturales. Por el contrario, las grandes obras de misericordia que ennoblecen la humanidad han sido invento e iniciativa de la Iglesia. Ella inventó los hospitales, los orfanatos, los cotolengos, los hogares para discapacitados, las mismas universidades. Si hoy podemos asistir a una universidad es gracias a la Iglesia; si hoy podemos acudir a un hospital es gracias a la Iglesia.
5ª. En cuanto a la vida personal del Papa, él vive modestamente, sin propiedades personales. Don Bosco cuenta que cuando fue a visitar a Pío IX, al Papa no le quedaba ni un centavo para sus gastos personales, y que su habitación era tan pobre y sencilla como la de los chicos que él juntaba por la calle. Un periodista narra que el Papa Pío XII murió en su habitación que era sumamente sencilla, recostado en una pobre cama de hierro; su comida diaria consistía en unas pocas verduras. El médico de San Pío X, asistiéndolo en su enfermedad, quedó desconcertado al comprobar que el gran Papa llevaba puesto debajo de su blanca sotana, unos pantalones remendados como los de cualquier pobre del pueblo. El Papa al morir, ni siquiera deja a sus familiares sus bienes personales; sólo su enseñanza y buen ejemplo. Vive y muere pobre como Jesús.
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