jueves, 23 de mayo de 2019

141.- DE ADÁN A JESUCRISTO. CAPÍTULO 14: LOS RETORNADOS A JUDEA

No fue fácil vivir bajo el control del reino persa; pero, gozaron de libertad para practicar el culto a Yavé en el reconstruído Templo de Jerusalén y para estudiar la Ley de Moisés e ir adaptando su conducta a los mandamientos divinos.
Se organizaron en una comunidad cuya identidad era la aceptación de Yavé como único Dios y, por tanto, el rechazo de toda idolatría; esto produjo un notable fervor religioso y un apego tenaz a la Ley de Moisés.

Esdras, como enviado del rey persa, había conducido el primer contingente de retornados y se convirtió en guía y maestro de la naciente comunidad judía.
Ya en Babilonia, el sacerdote escriba Esdras “se había dedicado de todo corazón a investigar la Ley del Señor, a practicarla y a enseñar sus preceptos y normas” (Esd 7,10).

Nehemías, era el copero del rey persa, fue nombrado gobernador de Judá, el año 445 a C., y ejerció el cargo durante doce años (Neh 5,14). Trabajó personalmente en la reconstrucción de las murallas de Jerusalén (5,16), que fueron terminadas en 52 días (6,15), para defenderse del gobernador de Samaría. Por este tiempo, los samaritanos construyeron el Templo del monte Garizim.

La reforma religiosa de Judea
Con la reconstrucción del Templo y de las murallas de Jerusalén se acabó la obra física; pero, quedaba la espiritual. 
Jerusalén pasa a ser el centro de la vida religiosa de todo Israel; impera el culto a Yavé, con exclusión del culto idolátrico propio de los pueblos vecinos. 
En Jerusalén residían la mayor parte de los sacerdotes, escribas y doctores de la Ley con sus escuelas.
Tras las cautividad de Babilonia, afrontaron la reconstrucción espiritual mediante la renovación de la Alianza. Hacemos hoy una Alianza y la escribimos signada por nuestros príncipes, nuestros levitas y nuestros sacerdotes….y todos se adhirieron y convinieron en la protestación y el juramento de andar en la Ley de Dios… y guardar y cumplir los mandamientos de Yavé” (Neh 10, 1.30).
Nehemías disponía de un gran aliado para esta renovación, el escriba Esdras, docto en la Ley de Moisés y secundado por otros escribas.
Esdras explicó la Ley de Dios al pueblo de Judá e interpretó su sentido, de manera que todos la comprendiesen (Neh 8,8). La Torah será la única regla de vida.
Esta práctica le dio gran prestigio social que, con el tiempo, alcanzó a todos los escribas.

Los fariseos y los saduceos
Con el tiempo, surgieron otros grupos religiosos, fariseos y saduceos, que comentaron y explicaron la Ley de Moisés. Estos comentarios, explicaciones e interpretaciones se llegaron a conocer como "Tradición oral" que sustituyó a los profetas.
La interpretación de la Torah dividirá a las sectas. 
Los fariseos eran muy severos en la interpretación y observancia de la Torah; pero todo era puramente externo, de cara a la opinión pública, es un legalismo externo, superficial, de cara a la galería, muy lejos del culto interno nacido de la conversión del corazón. “Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres” (Mt 3,5); así pretendían alcanzar una justicia externa, según su propia conciencia y acomodándose al parecer de los demás; una justicia según las obras externas, no según las leyes morales de la Ley mosaica.
Interpretaban la Ley de Moisés, o Torah escrita, apoyándose en las Tradiciones de los mayores (tradición oral) y a ambas otorgaban la misma autoridad. Surgió así el problema de poner en el mismo plano todos los preceptos, sin ordenarlos según su importancia; esto llevó a un legalismo meticuloso que imponía a los hombres cargas insoportables (Mt 23,4).
La Tradición oral alcanzó tal importancia que obscureció la Ley de Moisés e impidió que, cuando llegó el Mesías, fuese reconocido. 
Los fariseos esperaban el reino del Mesías, al que concebían como un rey temporal que impondría al mundo la Ley de Moisés y la hegemonía de Israel. Los fariseos lograron tener gran influencia sobre el pueblo; pero, Jesús  recriminó este legalismo farisaico con la frase: "Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas", repetida varias veces en Mt 23,13-29. Y añadió: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres" (Is 29,13; Mc 7,6); les llamó: “hipócritas (Mt 23,14), insensatos y ciegos (23,17), sepulcros blanqueados (23,27), serpientes y raza de víboras (33,32).
Los saduceos estaban formados por la aristocracia y la mayoría de los sacerdotes. Se atenían a la Torah escrita, que sólo era interpretada por los sacerdotes y de forma bastante libre; rechazaban la Tradición de los mayores.
Se mezclaban con los gentiles y se mostraban complacientes con los romanos para poder disfrutar de los altos cargos, a los que aquéllos los encumbraban, lo que, por otra parte, les privaba de la popularidad de que gozaban los fariseos.

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