El Mesías
Mesías viene de la palabra hebrea “masiah” que significa “ungido”; en griego ungido se dice “khristos”.
1.- ¿Quienes eran ungidos?
A.- En el Antiguo Testamento
A1.- Los reyes. El profeta Samuel ungió a Saúl (1Sa 10,1) y a David (1Sa 16,13); Jehú fue ungido por el profeta Eliseo (2Re 9,6) y Salomón por el sacerdote Sadoc (1Re 1,39). El rey venía a ser el “ungido” de Yavé, una persona sagrada a la que se le debe un respeto religioso (1Sa 24,7 y 26,9.11.16.23).
A2.- Los sumos sacerdotes. Moisés ungió a Aarón (Lev 8,12), y eran ungidos los simples sacerdotes, los hijos de Aarón (Ex 28,41).
A3.- El Ungido de Yavé
Cuando Jacob bendice a sus hijos, dice a Judá: “no faltará de Judá el cetro, ni el báculo de entre sus pies, hasta que venga aquel de quien es”( Gen 49,10). Es decir, hasta que venga aquel a quien está destinado por Yavé. Este versículo contiene la promesa de un Ungido, un Mesías vinculado a Judá.
Esta promesa mesiánica será vinculada después a David, de cuya dinastía perpetua saldrá el Mesías (2Sa 7,27). El profeta Miqueas indica el sentido mesiánico de esta promesa: “Y tú, Belén, tierra de Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de tí ha de salir aquel que ha de dominar en Israel y cuyos orígenes son de antiguo, de días de muy remota antigüedad” (Miq 5,1ss).
Miqueas piensa en los orígenes de la dinastía del rey David que era de Belén. El evangelio de San Mateo(2,6) copia la frase Miqueas y la aplica al Mesías, Hijo de Dios.
“De Egipto llamé a mi hijo” (Os 11,1 y Mt 2,15). El profeta Oseas habla de Israel, pero San Mateo la aplica al Mesías, Hijo de Dios.
En el Salmo 2, se habla del Ungido de Yavé que es entronizado en Sión como rey universal y Yavé lo llama “su Hijo”(2,8). La tradición judía adoptó la costumbre de dar al futuro libertador de Israel el nombre de mesías (= ungido), o el de rey-mesías.
B.- En el Nuevo Testamento
Jesús es el Ungido o Mesías
En diversos sitios de la Sagrada Escritura Jesús es reconocido como “Mesías”: {Andrés} dijo a su hermano Simón: Hemos hallado al Mesías” (Jn 1,41); ”Felipe dijo a Natanael: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, a Jesús” (Jn 1,45).
Los oyentes de Jesús se preguntaban “¿no es este el Mesías?” (Jn 4,29) o, lo que es lo mismo: “¿No será éste el Hijo de David?” (Mt 12,23);
Ante esta cuestión, las gentes se dividieron (Jn 7,43). Las autoridades judías deciden excomulgar a quien reconozca a Jesús como el Mesías (Jn 8,22); pero, otros lo llaman abiertamente “Hijo de David” (Mt 9,27; 20,30; 21,9; 22,42s), título equivalente a “Mesías”.
“Preguntó Jesús a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?… Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 15,13-16).
En el bautismo de Jesús, “se dejó oír una voz de los cielos: Tú eres mi Hijo amado, en quien me he complacido” (Mc 1,11).
Jesús se aplicó a sí mismo lo dicho por el profeta Isaías (61,1): “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación e la vista; para poner en libertad a los oprimidos” (Lc 4,18).
En el encuentro con la mujer samaritana, el mismo Jesús afirma que Él es el Mesías. “Díjole la mujer: Yo sé que el Mesías, el que se llama Cristo, está por venir...Jesús le dijo: Soy yo, el que contigo habla” (Jn 4, 25-26).
Después de su resurrección, Jesús pregunta a dos discípulos, en el camino de Emaús, “¿No era preciso que el Mesías padeciera esto y entrase en su gloria?” (Lc 24,26).
Después de su resurrección, Jesús pregunta a dos discípulos, en el camino de Emaús, “¿No era preciso que el Mesías padeciera esto y entrase en su gloria?” (Lc 24,26).
Jesús es el Ungido, el Mesías que anuncia el mensaje de la Buena Nueva, el Designio amoroso de Dios.
2.- La Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo
2.1.-Jesús habló también de su bautismo de sangre. ”¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado?” (Mc 10,38). Jesús vivía con ansia de consumar su obra con el bautismo de sangre, que era su muerte. ”Tengo que recibir un bautismo, y ¡cómo me siento constreñido hasta que se cumpla!” (Lc 12,50).
El bautismo de sangre se consumaría en el Calvario, con la muerte de Jesús.
En los relatos de la última cena de Jesús, aparece la palabra griega “diatheke” para designar “alianza”. “Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre que es derramada por vosotros” (Lc 22,20).
La Antigua Alianza estaba sellada con la sangre de los animales ofrecidos en holocausto (Ex 24,8); la Nueva Alianza está sellada con la sangre de Cristo, derramada en la cruz (Heb 9,28).
Con el derramamiento de su sangre, Cristo nos abrió las puertas de la filiación divina, nos hizo pasar del estado de esclavos al de hijos y herederos (Gal 4,5-7).
La muerte de Cristo, a la vez sacrificio de Pascua, sacrificio de alianza y sacrificio de expiación, en adelante, se hará presente en el rito de la Eucaristía.
2.2.- El nuevo pueblo de Dios
2.2.1.- Israel, el pueblo de la Antigua Alianza
Israel era uno más entre los demás pueblos; pero, era un pueblo distinto que debía su existencia a que fue elegido por Yavé (Dt 7,7; Is 41,8). Después hizo con él una alianza, en la que Yavé viene a ser el Dios de Israel, e Israel el pueblo de Yavé (Lev 26,12; Dt 29,12;). El rito de la circuncisión será imprescindible para ser incorporado al pueblo de Israel.
El designio de Dios comienza a realizarse en Israel, aunque de manera imperfecta y limitada, sus perspectivas no rebasan lo temporal y solo se refieren a sí mismo.
2.2.2.- El nuevo pueblo de Dios: La Iglesia de Cristo
Con la Nueva Alianza, sellada con la sangre de Cristo, Dios ha creado un nuevo pueblo, en el que se realiza plenamente lo dicho en la Sagrada Escritura: “Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios” (Lev 26,12; 2Cor 6,16).
¿Está obligado este nuevo pueblo a la Ley de Moises?
Jesús ”no ha venido a abrogar la Ley o los Profetas, sino a consumarla” (Mt 7,17).
Jesús ”no ha venido a abrogar la Ley o los Profetas, sino a consumarla” (Mt 7,17).
Jesús, refiriéndose a la Ley de Moisés, dijo hasta seis veces: ”Habéis oído que se dijo.. pero yo os digo” (Mt 5,21-22; 27-28; 31-32; 33-34; 38-39 y 43-44). No quiere abolirla, sino perfeccionarla.
San Pablo escribe: “La promesa fue dada a los creyentes por la fe en Jesucristo. Antes de venir la fe, estábamos bajo la custodia de la Ley… la cual fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, para que fuésemos justificados por la fe; llegada la fe, ya no estamos bajo el ayo” (Gal 3,22-25).
La Ley mosaica, además de moral, era litúrgica, social y penal, con un aspecto muy jurídico, agravado aún más por los escribas, que, sirviéndose de las tradiciones, la convirtieron en una norma férrea y extrema de la vida individual y colectiva. Jesús, en los versículos citados, lleva la Ley a la perfección poniendo de relieve el espíritu de caridad.
2.2.3.- La llamada para ser miembro del “pueblo de Dios”
Todo nace de la iniciativa de Dios, es su gracia la que mueve al ser humano a recibir y aceptar la llamada de Dios; pero, el hombre puede usar su libertad en ambos sentidos.
Aceptar la llamada implica querer profesar la fe en Jesucristo resucitado y recibir el bautismo que, con la recepción del Espíritu Santo, convierte al nuevo cristiano en miembro del Pueblo de Dios, la Iglesia de Jesucristo.
Este nuevo Pueblo de Dios tiene “un sóĺo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre (Ef 4,6); se nutre con un solo pan, la Eucaristía; borra las divisiones humanas reuniendo en un solo pueblo a judíos y gentiles, amos y esclavos, hombres y mujeres (1Cor 12,13;Gal 3,26-28) y tiene el mandato del Señor de extenderse por toda la tierra, “Id, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28,19).
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