La historia humana no es el resultado de un destino ciego, sino de la voluntad de Dios desde su inicio a su término. La voluntad divina se concreta en el “Designio de salvación de todos los seres humanos”.
Este designio dota de unidad e inteligibilidad al conjunto de la Sagrada Escritura, a la que recorre transversalmente en todos sus libros. Estuvo oculto durante largos siglos, fue esbozado en el Antiguo Testamento y manifestado plenamente en el Nuevo Testamento.