NOCIONES PRELIMINARES
miércoles, 10 de julio de 2013
95.- HISTORIA BÍBLICA DEL ANTIGUO y NUEVO TESTAMENTO (1)
NOCIONES PRELIMINARES
sábado, 1 de junio de 2013
94.- ¿QUÉ SE ENTIENDE POR "REVELACIONES PRIVADAS"?
lunes, 27 de mayo de 2013
93.- ¿QUÉ ENTENDEMOS POR "REVELACIÓN PÚBLICA" EN LA IGLESIA CATÓLICA?
viernes, 19 de abril de 2013
92.- PROFETAS MENORES DEL AT
L0S PROFETAS MENORES
jueves, 18 de abril de 2013
91.- PROFETAS MAYORES DEL AT
sábado, 13 de abril de 2013
90.- LA MISIÓN DE LOS PROFETAS
jueves, 11 de abril de 2013
89.- LA BIBLIA HEBREA Y LA BIBLIA CRISTIANA
miércoles, 10 de abril de 2013
88.- ARTÍCULOS SOBRE LA BIBLIA
TEMAS GENERALES
11. La obra del Creador
25. Una entrevista a Dios
26. Háblame de Dios
36. Dudas sobre la fe
37. La mujer en la Iglesia primitiva
38. La Biblia en la vida del cristiano
39. División de los libros de la Biblia
42. Transmisión de la Revelación divina
55. ¿Qué es la salvación cristiana?
60. Significado de la Resurrección de Jesús
61. Dios Padre
62. El nombre de Dios
63. La imagen de Dios
74. La Providencia de Dios 75. El canon de la Biblia
89. La Biblia de los judíos y la Biblia de los cristianos
90. ¿Qué es un profeta?
93.- ¿Qué entendemos, en la Iglesia Católica, por "revelación pública"?
94.- ¿Qué entendemos por "revelación privada?
95.- Historia bíblica del Antiguo y Nuevo Testamento
96.- Quince preguntas y respuestas breves sobre la Biblia
103.- Breve reseña de los libros de la Biblia
06. La Nueva Alianza
71. Breve explicación de la Biblia, Antiguo Testamento
77. El Pentateuco
79. Los once primeros capítulos del Génesis
81. Libros sapienciales
82. La sabiduría en los libros sapienciales
83. Doctrina de los libros sapienciales
84. Características de los libros sapienciales
85. El libro de los Proverbios
86. El libro de Job
91. Profetas mayores del AT
92. Profetas menores del AT
97. Preparación del pueblo judío a la llegada del Mesías
98. El mundo a la llegada del Mesías
99. Algunas profecías sobre el Mesías
104.- Libro de Tobías
105.- Libro de Judit
ARTÍCULOS SOBRE EL NUEVO TESTAMENTO
sábado, 6 de abril de 2013
85.- EL LIBRO DE LOS PROVERBIOS
viernes, 5 de abril de 2013
83.- CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA SAPIENCIAL
82.- DOCTRINA DE LOS LIBROS SAPIENCIALES
jueves, 4 de abril de 2013
81.- LA SABIDURÍA EN LOS LIBROS SAPIENCIALES
martes, 2 de abril de 2013
80.- LIBROS HISTÓRICOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
lunes, 1 de abril de 2013
79.- LOS ONCE PRIMEROS CAPÍTULOS DEL GÉNESIS,¿MITO O REALIDAD?
domingo, 31 de marzo de 2013
78.- VIDA Y MUERTE DE SAN PABLO
El nombre
Los judíos que vivían fuera de Palestina solían tener dos nombres,
uno judío y otro griego o romano.
Su nombre judío era Saulo, en hebreo moderno Sha'ul (invocado,
llamado), es el nombre del primer rey de Israel (1 Sam 10)
Su nombre romano era Paulus (Pablo): No se sabe de dónde le viene
este nombre; es posible que esté relacionado con la ciudadanía
romana que poseía la familia por habitar en Tarso (1), capital de la
provincia romana de Cilicia, en la actual Turquía.
Formación
Saulo nació entre el año 5 y el 10, de nuestra era, en el seno de una
familia acomodada, recibió la educación inicial en la misma ciudad
de Tarso y, en los primero años de su juventud, fue enviado a
Jerusalén donde ingresó en la escuela del maestro de la Ley, el
rabino Gamaliel, allí adquirió una sólida formación teológica,
filosófica, jurídica y lingüística (hablaba hebreo, arameo griego y
latín), lo que sugiere que se preparaba para ser rabino.
Saulo era fariseo, él mismo lo dice: “[Soy] hebreo e hijo de hebrero;
y, según la Ley, fariseo y por el celo de ella, perseguidor de la
iglesia” (Flp 3,5-6); “todos los judíos conocen mi vida… y pueden
testificar que yo he vivido como fariseo conforme a la secta más
estricta de nuestra religión” (Hch 26, 4-5)
Durante la crucifixión de Jesús debió encontrarse fuera de Jerusalén,
pues, en caso contrario, su desconocimiento del hecho no se
explicaría. Sí estuvo presente en la lapidación del diácono Esteban,
pues custodió la ropa de los lapidadores en prueba de conformidad.
Perseguidor de los cristianos
La formación recibida de la rígida observancia de las tradiciones
farisaicas, le llevó a convertirse en perseguidor de los cristianos.
La lapidación del diácono Esteban fue el inicio de “una gran
persecución contra la Iglesia de Jerusalén...Saulo devastaba la
Iglesia, entrando en las casas, arrastraba a hombres y mujeres y los
hacía encarcelar” (Hch 8, 1.3) “Saulo respiraba amenazas de muerte
contra los discípulos del Señor” (Hch 9,1); “perseguí de muerte esta
doctrina... yo era el que encarcelaba y azotaba en las sinagogas a los
que creían en Él” (Hch 22, 4.19) ; “Muchas veces, por todas las
sinagoga, los obligaba a blasfemar a fuerza de castigos y, loco de
furor, los perseguí hasta las ciudades extrañas” (Hch 26,11)
En el año 36, los príncipes de los sacerdotes, accediendo a una
petición suya, le encomendaron la misión de buscar y encarcelar a
los cristianos de Damasco (Hch 9, 2-3)
De perseguidor a perseguido
Lucas, como historiador ofrece el relato de la conversión de Saulo:
“Cuando estaba de camino, al acercarse a Damasco, se vio de
repente rodeado de una luz del cielo y, al caer a tierra, oyó una voz
que decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?. Él contestó:
¿Quién eres, Señor? Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y
entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer” (Hch 9, 1-6; (2).
Es importante destacar que este “encuentro con Jesús” es real, que
vio a Cristo resucitado (1 Cor 9,1); no fue un sueño o una visión,
“[Cristo] se me apareció también a mí” (1 Cor 15,8)
Los que viajaban con Saulo vieron la luz, pero no escucharon a
Cristo hablar (Hch 22,9). Saulo perdió la visión y sus acompañantes
tuvieron que guiarlo hasta la ciudad (Hch. 22,11).
Como fruto de esta aparición de Jesús, en Saulo se produce un
cambio radical: de perseguidor pasa a ser creyente, apóstol,
predicador incansable de la fe cristiana y, finalmente, testigo de esta
fe, muriendo decapitado.
La “conversión” para los judíos significaba abandonar los ídolos y
creer en el Dios verdadero; y para Pablo significaba aceptar que la
esencia de la fe judía estaba, precisamente, en reconocer a Jesús
como el Mesías que había de venir; Pablo no se convirtió al
cristianismo que entonces no existía como religión, sino al
reconocimiento de Jesús
Ya en Damasco, “estuvo tres días sin ver y sin comer mi beber”
(Hch 9,9), al cabo de los cuales se le presentó Ananías y le dijo:
“Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me
ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo
(Hch 9, 17); “el Dios de nuestros padres te ha elegido para que
conocieras su voluntad y vieras al Justo y oyeras la voz de su boca”
(Hch 22,14)
Pasados unos días, Saulo “se dio a predicar en las sinagogas
diciendo que Jesús es el Hijo de Dios” (Hch 9, 20) Predicó en
Damasco y en “Arabia y de nuevo volví a Damasco”(Gál 1, 17) (3)
Los judíos estaban muy extrañados, pues sabían que había ido a
Damasco para descubrir y encarcelar a los cristianos. Ante tal
cambio, considerándole un traidor, decidieron matarle (Hch
9, 23).
Habiendo llegado la resolución de los judíos a oídos de los
cristianos, “tomándole de noche lo bajaron por la muralla
descolgándolo en una espuerta” (Hch 9, 25)
Llegó a Jerusalén y se encontró con el recelo de los creyentes que le
conocían como perseguidor; Bernabé le presentó a los Apóstoles
Pedro y Santiago el Menor, a los que contó todo lo que le había
sucedido y ellos le contaron sus propias vivencias.
Durante algún tiempo se dedicó a predicar en Jerusalén, junto con
los Apóstoles. “Hablaba y disputaba con los judíos helenístas (4),
que intentaron quitarle la vida, pero los hermanos le llevaron a
Cesárea y de allí le enviaron a Tarso” (Hch 9, 29-30)
Bernabé fue a Tarso en busca de Saulo y juntos partieron hacia
Antioquía de Siria (5) donde predicaron durante un año logrando
que la ciudad se convirtiese en centro de los cristianos que venían de
la gentilidad.
Entre los años 41 al 48, siendo Alejandro gobernador de Judea, se
produjo una gran hambruna y los cristianos de Antioquía enviaron
“socorros a los hermanos de Judea, cada uno según sus facultades,
por medio de Saulo y Bernabé” (Hch 11, 29-30). “Cumplido el
encargo, se volvieron a Antioquía, llevando consigo a Marcos” (Hch
12, 25).
Viajes de Pablo
En Pablo, que no perteneció al círculo inicial de los Doce Apóstoles,
se dieron una serie de circunstancias: su fuerte personalidad judía, su
cultura helénica y su ciudadanía romana, que le sirvieron para
fundar varias de las primeras comunidades cristianas y anunciar a
Jesucristo tanto a los judíos como a los gentiles.
Él mismo describe los avatares que soportó en sus viajes: “En
peligros de muerte he estado muchas veces. Cinco veces recibí de
los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con
varas; una vez fui apedreado; tres veces padecí naufragio; un día y
una noche pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos;
peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los
gentiles; peligros en la ciudad; peligros en despoblado; peligros en el
mar; peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas; noches sin
dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y
desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la
preocupación por todas las Iglesias” (2 Cor 11. 23c-28.
Es digno de admiración el esfuerzo físico y mental que soportó para
predicar a Cristo Resucitado y compartir su “experiencia personal”,
tanto con judíos como con gentiles.
Durante su predicación, Pablo se presentaba en las sinagogas de las
diversas comunidades judías; pero, casi siempre, terminaba en
fracaso, pues muy pocos hebreos se convertían a la fe en Cristo, por
el contrario, eran muchos los gentiles que la abrazaban.
Primer viaje misionero de Pablo,
Pablo, en compañía de Bernabé y de Marcos, iniciaron el primero de
sus viajes misioneros; salieron de Antioquía de Siria y visitaron
estas ciudades: Salamina y Pafos, en la isla de Chipre, y en el
continente, Perge, Antioquía de Panfilia, Iconio, Listras y Derbe.
Saulo abandonó el nombre judío de Saulo y empezó a usar el
nombre romano de Paulus, tal vez, considerándolo más oportuno
para su predicación a los gentiles.
Recorrieron varias regiones de Asia Menor: Desde Pafos, la última
ciudad de Chipre, donde se convirtió el procónsul romano Sergio
Paulo, navegaron hasta Perge de Panfilia, allí los dejó Marcos, que
se volvió a Jerusalén, y ellos se fueron a Antioquía de Pisidia,
donde durante dos sábados predicaron la palabra de Dios. “Muchos
de lo judíos y prosélitos adoradores de Dios siguieron a Pablo y
Bernabé” (Hch 13, 43), pero otros, “ se llenaron de envidia y les
insultaban y contradecían” (Hch 13, 45)
Pablo y Bernabé les respondían: “A vosotros os teníamos que hablar
primero la palabra de Dios, como la rechazáis… nos volveremos a
los gentiles” (Hch 13, 46) “La palabra del Señor se difundía por toda
la región, pero los judíos… promovieron una persecución contra
Pablo y Bernabé y los arrojaron de sus términos” (Hch 13, 49-50).
Ellos se fueron a Iconio, donde se repitió el mismo esquema:
predican en la sinagoga; algunos judíos se rinden a la palabra
predicada y la aceptan, pero la mayoría la rechazan y se revuelven
contra el predicador al ver sus éxitos entre los prosélitos y gentiles y
oír la doctrina predicada por Pablo y Bernabé sobre la igualdad de
todos en Jesucristo, con la supresión de los privilegios de la nación
escogida y promueven tumultos, “pretendiendo apedrear a los
apóstoles que huyen a las ciudades de Licaonia, Listra y Derbe y a
las regiones vecinas, donde predican el Evangelio” (Hch 14,5-7).
En Listra curaron a un cojo y la gente los tomó por dioses y querían
ofrecerles sacrificios. Ellos no lo permitieron, diciéndoles: “Somos
hombres iguales a vosotros” (Hch 14, 15) Pero, llegaron unos
“judíos que venían de Antioquía e Iconio, y sedujeron a las turbas,
que apedrearon a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, dejándole
por muerto” (Hch 14,19)
Los discípulos cuidaron a Pablo y, “junto a Bernabé, al día siguiente,
salió camino de Derbe, donde hicieron “muchos discípulos” (Hch
14, 20-21)
Aquí terminó el primer viaje misionero de Pablo y Bernabé.
Iniciaron el camino de vuelta por las mismas ciudades en las que
antes habían predicado, Listra, Iconio, Antioquía de Pisidia, Perge y
Antioquía de Siria, aprovechando cada estancia para animar y
exhortar a los fieles y constituir presbíteros por la imposición de las
manos.
“Llegados, reunieron la iglesia y contaron cuanto había hecho Dios
con ellos y cómo habían abierto a los gentiles las puertas de la fe”
(Hch 14, 27)
Después del primer viaje, Pablo y Bernabé residieron algún tiempo
en Antioquía de Siria. Estando allí, asistieron al Concilio de
Jerusalén.
El Concilio de Jerusalén
Es el primer concilio y va a tener gran importancia en la historia
de la Iglesia.
En las comunidades recién fundadas vivían juntos y en igualdad de
derechos los cristianos que procedían del judaísmo [judeo cristianos]
y los que venían de la gentilidad. La circuncisión era considerada
como señal de pertenencia al pueblo judío y de separación de los
gentiles (Gén 17,10).
“Algunos [judeo-cristianos] que habían bajado de Jerusalén a
Antioquía enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme
a la Ley de Moisés, no podéis ser salvos” (Hch 15,1)
Se produjo cierta agitación y Pablo y Bernabé decidieron ir a
Jerusalén para consultar a los Apóstoles. Fueron muy bien acogidos
y “contaron lo que Dios había hecho con ellos” (Hch 15, 4); pero,
algunos que procedían del fariseísmo, dijeron: “Es preciso que se
circunciden y guarden la Ley de Moisés” Hch 15, 5) Pretendían
imponer la circuncisión y la Ley para incorporar al judaísmo a los
gentiles convertidos y, sólo después, podían ser admitidos en la fe
cristiana.
Tras una larga deliberación entre los Apóstoles y los presbíteros;
habló Pedro y dijo: “...Dios ha testificado en su favor, dando a los
gentiles el Espíriu Santo igual que a nosotros y no haciendo
diferencia alguna entre nosotros y ellos” (Hch 15, 8-9)
Hablaron Pablo y Bernabé, para referir “cuantas señales y prodigios
había hecho Dios entre los gentiles por medio de ellos” (Hch 15,12).
San Pablo añadiría, más tarde, en la carta a los gálatas: “Santiago,
Cefas y Juan, que pasan por ser las columnas [de la Iglesia], nada
me impusieron de más; antes al contrario, cuando vieron que se me
había confiado el evangelio de los incircuncisos, como a Pedro el de
la circuncisión, reconocieron la gracia que se me había dado y nos
dieron la mano a mí y a Bernabé en señal de aprobación, para que
nosotros nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a los circuncisos”
(Gál 2, 6-7)
Habló finalmente Santiago el Menor diciendo: “Mi parecer es que
no se inquiete a los gentiles que se conviertan a Dios” (Hch 15, 19)
Al final, escribieron una carta a los cristianos de Antioquía de Siria,
que fue llevada por Pablo y Bernabé, en la cual, en resumen, les
decían: “Ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros
ninguna otra carga más que estas necesarias: que os abstengáis de las
carnes inmoladas a los ídolos, de sangre y de lo ahogado y de la
fornicación” (Hch 15, 28-29) (6)
La decisión del concilio significó un avance significativo de apertura
a todas las gentes. Pablo denunciará más tarde la inutilidad de las
prácticas cultuales del judaísmo, como la circuncisión (Gál 6,12) y
demás obsevancias impuestas por la Ley (Gál 4,10) porque la
justificación no es fruto de la observancia de la Ley sino un don
gratuito de Dios, otorgado por el sacrificio de Cristo.
La Ley de Moisés, buena y santa en sí (Romanos 7, 12), hizo que el
hombre conociera la voluntad de Dios, pero sin comunicarle la
fuerza interior para cumplirla; por lo mismo, no consiguió más que
hacerle consciente de su pecado y de la necesidad que tiene de la
ayuda de Dios (Gálatas 3, 19-22; Romanos 3,20). Pues bien, “ al
llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley,
para que recibiésemos la adopción” (Gál 4,4-5). Cristo nos libró de
la servidumbre de la Ley y nos dio por la fe en Él la justicia interior
y la dignidad de hijos que nos hace sentirnos hijos de Dios y
llamarle Padre.
Segundo viaje misionero de Pablo
Dijo Pablo a Bernabé: “Volvamos a visitar a los hermanos por todas
las ciudades en las que hemos evangelizado la palabra del Señor y
veamos cómo están” (Hch 15, 36). Bernabé quería que los
acompañase Marcos, pero a Pablo no le pareció bien, por lo que
Bernabé y Marcos se embarcaron hacia Chipre y Pablo, llevando
consigo a Silas, inició su segundo viaje.
Saliendo de Antioquía de Siria, atravesaron Siria y Cilicia, llegaron
al sur de Galacia, a las ciudades de Derbe y a Listra, donde se les
unió Timoteo (Hch 16,1-3); atravesando Frigia, llegó a Galacia del
Norte, donde fundó nuevas comunidades.
En este viaje cayó enfermo, como él mismo cuenta: “Bien sabéis que
estaba enfermo de enfermedad corporal cuando por primera vez os
anuncié el Evangelio” (Gál 4,13)
Partieron de Galacia hacia Misiay llegaron a Tróade, (Troas) donde
se supone que se les unió Lucas (7).
Pablo decidió ir a Europa, navegaron a la isla de Samotracia y al día
siguiente, al puerto de Neápolis (hoy Kavala), y caminaron hasta
Filippos, en Macedonia, donde creó la primera comunidad cristiana
europea. Allí fueron azotados con varas y sufrieron prisión por parte
de los pretores romanos (Hch 16,22-23)
Siguieron su viaje por Anfípolis, Apolonia y Tesalónica, donde,
durante tres sábados, hablaron en la sinagoga; pero los judíos
promovieron un alboroto en la ciudad y Pablo y Silas se fueron a
Berea, que “recibió con toda avidez la palabra” (Hch 17,11).
Enterados los judíos de Tesalónica se presentaron en Berea y
alborotaron a la plebe; por esta circunstancia, Pablo fue llevado por
los hermanos a Atenas, quedando Silas y Timoteo en Berea.
En Atenas, Pablo, según su costumbre, “disputaba con los judíos en
la sinagoga y en el ágora con los que le salían al paso” (Hch 17,17)
Le oyeron algunos filósofos y le llevaron al Areópago donde dijo a
todos: “Atenienses, veo que sois sobremanera religiosos;porque al
pasar y contemplar los objetos de vuestro culto he hallado un altar
en el que estás escrito: “Al dios desconocido”. Pues ese que sin
conocerle veneráis es el que yo os anuncio” (Hch 17, 22-23) Pablo
siguió hablando de Dios; pero, “cuando oyeron lo de la resurrección
de los muertos, unos se echaron a reír y otros dijeron: Te oiremos
sobre esto otra vez” (Hch 17, 32). Unos pocos se adhirieron a Pablo.
Desde Atenas, Pablo marchó a Corinto y se hospedó, durante un
año y medio, en la casa de Aquila y Priscila (8) y “como eran del
mismo oficio, trabajaban juntos, pues ambos eran fabricantes de
lonas” (Hch 18, 3), y se convirtieron en amigos entrañables.
Se le unieron, de nuevo, Silas y Timoteo y “testificanan a los judíos
que Jesús era el Mesías. Como éstos le resistían y blasfemaban,
sacudiendo sus vestiduras, les dijo: Caiga vuestra sangre sobre
vuestras cabezas; limpio soy yo de ella. Desde ahora me dirigiré a
los gentiles” (Hch 18, 5-6)
Pablo permaneció bastantes días en Corinto, después, acompañado
de Aquila y Priscila, navegaron hasta Éfeso, “él entró en la sinagoga
y conferenció con los judíos. Éstos le rogaban que se quedase más
tiempo, pero no consintió...Partió de Éfeso y, desembarcando en
Cesárea, subió a Jerusalén y saludó a la iglesia, bajando luego a
Antioquía” (Hch 18, 19-22)
Tercer viaje de Pablo
El tercer viaje Pablo puede ser clasificado como agridulce, pues
incluye las tribulaciones que abrumaron al apóstol y las crisis de las
comunidades de Galacia y Corinto y, por otra parte, el viaje fue de
gran fecundidad en la propagación del Evangelio.
Desde Antioquía, “atravesó el país de Galacia (9) y Frigia (10) y
confirmaba a todos los discípulos” (Hch 18, 23), siguió hasta Éfeso
(11) y fijo en ella su nueva sede de evangelización.
Durante tres meses habló libremente en la sinagoga; pero, como
“algunos empezaron a maldecir el camino del Señor, Pablo se separó
de ellos y predicaba todos los días en la escuela de Tirano, durante
dos años, de manera que todos los habitantes de Asia oyeron la
palabra del Señor, tanto los judíos como los griegos” (Hch 19, 9-10)
En esta época, Pablo escribió la Carta a los gálatas, oponiéndose a
los judaizantes que exigían fuesen circuncidados los gálatas que se
convertían a la fe.
También escribió las Cartas a los corintios, por las que conocemos
los múltiples problemas surgidos en dicha comunidad que tuvo que
afrontar.
Escribió también la Carta a los romanos, por la conocemos que ya
existía allí una comunidad de creyentes a la que Pablo había querido
visitar “desde hace bastantes años, espero veros al pasar, cuando
vaya a España” (Rom 15, 23-24)
En ese tiempo realizó una colecta en las diversas comunidades de
Macedonia y Acaya para enviar a la comunidad necesitada de
Jerusalén y que él mismo llevó en el viaje que ya tenía proyectado.
La estancia en Éfeso duró unos tres años (Hch 20,31). Los Hechos
de los Apóstoles cuentan el enfrentamiento de Pablo con los siete
hijos exorcistas de un sacerdote judío. Pablo logró que “bastantes de
los que habían profesado las artes mágicas llevasen sus libros y los
quemasen en público, llegando a calcularse el precio de lo quemado
en cincuenta mil monedas de plata” (Hch 19,19).
Otro suceso muy sonado fue el motín de los plateros: La predicación
de Pablo molestó a un platero llamado Demetrio, que hacía en plata
templos de Artemisa, obteniendo pingües beneficios. Este fue su
alegato: “Bien sabéis que nuestro negocio depende de este oficio;
pero estáis viendo y oyendo que no sólo en Éfeso, sino en casi toda
el Asia, ese Pablo ha persuadido y llevado tras sí a mucha gente,
diciendo que no son dioses los hechos por manos de hombres.
Esto no solamente es un peligro para nuestra industria, sino que es
en descrédito del templo de la gran diosa Artemisa, que será
reputada como nada y vendrá a quedar despojada de su majestad
aquella a quien adora toda el Asia y toda la tierra”(Hch 19 25-27)
Pasado el tumulto de los plateros, Pablo se dirigió a Corinto, no por
vía marítima sino por tierra, atravesando Macedonia, “exhortando a
todos con largos discursos” (Hch 20,2); en Corinto permaneció tres
meses pero, una vez más, por las acechanzas de los judíos de
Corinto contra él, decidió atravesar de nuevo Macedonia y volver a
Tróade e iniciar su viaje a Jerusalén. Caminó desde Tróade a Asón
donde se embarcó con rumbo a Mitilene y Mileto.
Desde Mileto mandó llamar a los presbíteros de Éfeso a los que
dirigió unas palabras muy enternecedoras (Hch 20, 18-35). Se
despidieron todos “con gran llanto...porque les había dicho que no
volverían a ver su rostro” (Hch 20, 38). Se embarcó de nuevo y,
pasando por Rodas y Pátara, llegó a Tiro en Siria. Los fieles de Tiro
le dijeron que no subiese a Jerusalén; mas, él embarcó hacia
Tolemaida, desde donde fueron caminando hasta Cesárea; allí, una
vez más, le dijeron que no subiese a Jerusalén. “No pudiendo
disuadirle, pues estaba dispuesto a morir por Jesús, dijeron: Hágase
la voluntad del Señor” (Hch 21,14). Así pues, Pablo y sus
acompañantes subieron a Jerusalén, donde fueron recibidos con
alegría por los hermanos, reuniéndose con Santiago el Menor y
todos los presbíteros, les entregó la colecta.
Prisión de Pablo
Unos judíos venidos de Asia vieron a Pablo en el templo y le
acusaron de violar la Ley y profanar la santidad del Templo,
provocaron una revuelta e intentaron matarle; intervino el tribuno
romano, que le libró de los judíos y se lo llevó encadenado. Pablo
pidió que le permitiese hablar al pueblo, el tribuno se lo concedió y
Pablo les contó toda su historia; pero al fina, los judíos gritaron:
“Quita a ése de la tierra, que no merece vivir… en vista de esto,
ordenó que lo azotasen y diesen tormento para conocer por qué
causa gritaban así contra él” (Hch 22,22,24)
Pablo, dando muestras de gran habilidad, “preguntó al centurión:
¿Os es lícito azotar a un romano sin haberle juzgado?” (Hch 22,25)
Al oír esto el centurión se lo dijo al tribuno y éste se cercioró de que
verdaderamente Pablo era ciudadano romano y ordenó que le
quitasen las cadenas. Al día siguiente hizo que se reuniese el
Sanedrín y se presentó con Pablo, quien, en uso de la palabra y con
habilidad, planteó la cuestión de la resurrección, enfrentando a
fariseos y saduceos, de tal modo que el tribuno ordenó a los
soldados que arrancasen a Pablo de en medio de los judíos para
evitar que le despedazasen (Hch 23, 10)
Una vez más, los judíos se confabularon para matar a Pablo, pero se
enteró un sobrino de éste y se lo contó al tribuno, diciendo: “Los
judíos han concertado pedirte que mañana lleves a Pablo ante el
Sanedrín, alegando que tienen que averiguar con más exactitud algo
acerca de él. No les creas, porque se han conjurado contra él más de
cuarenta hombres de entre ellos y se han obligado por anatema a no
comer ni beber hasta matarle, ya están preparados a la espera de que
les concedas lo que van a pedirte” (Hch 23,20-21)
El tribuno decidió enviar a Pablo al procurador de la provincia
romana de Judea, Marco Antonio Félix, que residía en Cesárea
Marítima, al norte de la región de Samaría.
Cinco días después fueron a Cesárea el sumo sacerdote Ananías y
algunos ancianos para acusar a Pablo, quien volvió a defenderse. El
procurador, oídas ambas partes, postergó el juicio y dejó a Pablo en
prisión durante dos años; al cabo de los cuales llegó el nuevo
procurador, Porcio Festo.
Festo convocó a los judíos ante su tribunal y mandó traer a Pablo,
que fue, otra vez, acusado por los judíos, replicando Pablo “que ni
contra la Ley de los judíos, ni contra el Templo, ni contra el César
había cometido delito alguno” (Hch 25,8). Festo le prgunto si quería
subir a Jerusalén para ser juzgado, a lo que Pablo contestó: “Estoy
ante el tribunal del César; en él debo ser juzgado….nadie puede
entregarme a ellos. ¡Apelo al César!...Festo respondió: Has apelado
al César; al César irás” (Hch 25, 10.11.12) (12)
El rey Agripa fue a Cesárea para saludar a Festo y éste le habló del
preso y, queriendo el rey conocerle, se le presentó. Pablo les expuso
en detalle todo lo sucedido. “Levantándose el rey y el procurador, se
decían uno al otro: Este hombre no ha hecho nada que merezca la
muerte o la prisión. Agripa dijo a Festo: Podría ponérsele en libertad
si no hubiera apelado al César” (Hch 26, 31-32).
Viaje a Roma
Pablo viaja como prisionero en mans de un centurión llamado Julio.
Tras una travesía llena de peligros se vieron obligados a detenerse en
la isla de Malta, donde fueron muy bien recibidos por los malteses,
que “encendieron fuego y nos invitaron a todos a acercarnos a él,
pues llovía y hacía frío” (Hch 28,2)
Pasados tres meses, embarcaron hacia Siracusa, donde
permanecieron tres días; después, pasando por Regio y Pozzuoli,
llegaron Roma, donde Pablo estuvo sujeto a arresto domiciliario,
“con un soldado que tenía el encargo de guardarle… durante dos
años” Hch 28,16.30), del 61 al 63 d.C.
Queda todavía sin dilucidar si durante la custodia domiciliaria o
después de ella, Pablo pudo llevar adelante su proyecto de viajar a
Hispania. Tanto quienes piensan que Pablo llegó a Tarragona, como
los que piensan que nunca llegó, admiten que por el momento no es
posible llegar a una conclusión clara y definitiva sobre el tema.
Muerte de San Pablo
Poco antes de morir escribió: “A punto estoy de derramarme en
libación, siendo ya inminente el tiempo de mi partida. He combatido
el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe. Por lo
demás, ya me está preparada la corona de la justicia, que me
otorgará aquel día el Señor, justo juez, y no sólo a mí, sino a todos
los que aman su manifestación” (Hch 2Tim 4,6-8)
Sucedió en Roma, bajo el emperador Nerón y fue una muerte
violenta.
Eusebio de Cesarea describe que "está registrado que Pablo fue
decapitado en la misma Roma, y que Pedro también fue crucificado
bajo Nerón” (13)
Tertuliano dice que San Pablo murió decapitado, como Juan el
Bautista.
San Jerónimo escribe en su obra De viris illustribus, cap 5: “Pablo
fue decapitado en el decimocuarto año de Nerón y que fue enterrado
en la vía Ostia en Roma”.
(1) Julio César había concedido a los ciudadanos de Tarso la ciudadanía romana por la ayuda que le
prestaron en la guerra civil.
(2) El mismo Pablo da dos relatos más: ante el pueblo, Hch 22, 4-16 y ante ante el rey Agripa en
Cesárea, Hch 26,9-18.
(3) No se trata de la actual Arabia saudí sino del reino nabateo cuya capital era la ciudad de Petra.
(4) Los helenistas eran los judíos de habla griega.
(5) Allí los creyentes en Cristo empezaron a llamarse “cristianos”. Antioquía de Siria, tercera ciudad en
importancia del Imperio Romano tras Roma y Alejandría, fue la base de la actividad misionera de San
Pablo.
(6) La carnes inmoladas a los ídolos se vendían en público y, más tarde, Pablo las declarará permitidas
(1 Cor 8, 1ss); comer sangre o carne no sangrada estaba prohibido por la Ley (Gén 9,4); estos dos
puntos se abolieron cuando la Iglesia de la gentilidad se desprendió de la sinagoga; la fornicación, el
tercer punto de la carta, fue incluída porque entre los gentiles no era considerada falta grave.
(7) La suposición se basa en que hasta aquí Lucas, autor de los Hechos de los Apóstoles, habla siempre
en tercera persona del plural “llegaron”, y a partir de aquí usa la primera persona del plural
“navegamos”.
(8) Aquila y Priscila eran un matrimonio judeocristiano que habían llegado de Roma en virtud del
decreto del emperador Claudio que ordenaba la expulsión de todos los judíos.
(9) Galacia (tierra de los galos) era una región del centro de Asia Menor; sus ciudades principales eran
Tarso, Derbe, Listra, Iconio y Antioquía e Pisidia.
(10) Frigia era una región meridional de Asia Menor; sus ciudades principales eran Colosas, Laodicea y
Hierápolis.
(11) Éfeso era la cuarta ciudad del Imperio romano, después de Roma, Alejandría y Antioquía de Siria.
Era un centro estratégico de comunicaciones hacia Oriente.
(12) Pablo ejerció su derecho de ser juzgado ante el César porque tenía la ciudadanía romana.
(13) Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica, Libro II cap 25.